17.10.08

Miserias 2.0

En el infinito entramado de la web, allí donde todo se entrecruza, se esparce y se multiplica; donde crece la ilusión de lo democráticamente colaborativo, hay un minúsculo barrio cerrado: la comunidad 2.0 argentina (?).
Pretencioso, como casi todas las urbanizaciones de ese estilo, el barrio crece contra la dirección lógica; es decir, de los límites hacia adentro. Por afuera del cerco lo que abunda es la marginalidad. El interior es de callecitas prolijas y vistosas, una suerte de Whisteria Lane en la que todos se conocen, se saludan, se envidian y, sobre todo, se sienten importantes, mucho más cuando para entrar atraviesan esa zona incierta por la que transita "la gente común" (poniendo el acento en lo ordinario que es ser común).
Por supuesto, el barrio no escapa a las reglas de las pequeñas congregaciones: todos saben todo del prójimo –y cuando a alguno se le escapa algo, no falta el alma benevolente que lo chismorrea con supino placer–, todos miden la bonanza del vecino en términos de popularidad, de apariciones públicas, de visitas, de ese "ser re top" que desvela a los que corren en el segundo pelotón; todos cuidan con obsesivo fervor de perro en celo que el perímetro se mantenga inamovible; muchos emplean a habitantes de la periferia dándoles así la invalorable oportunidad de acceder al olímpico espacio... para hacer tareas de limpieza y mantenimiento.
Están los promiscuos que desean a la mujer del prójimo –por lo general una exhibicionista que devela histéricamente su intimidad– y la espían por las noches a través de la ventana que, como al descuido (un descuido muy cuidado), deja ver lo obvio. Están los fanáticos que se pusieron la camiseta del barrio y salen al mundo con ella aunque afuera nadie sepa de qué se trata ni conozca los colores de tan pequeño club. Están los que hacen ruidosas fiestas cada vez que conquistan una nueva baldosa del ghetto. No faltan los que conservan muertos en los roperos (¿por qué iban a estar al margen de lo que sucede en todos lados?).
Y están –Oh, my freakin' dog!– los que se pegan al alambrado pugnando por entrar y mezclarse con aquellos cuya única singularidad es que no se mezclan.
Lustre, brillo, maquillaje y un cheese –larguísimo, por favor– para que la foto deje ver las luminosas sonrisas de los beneméritos miembros de esta prestigiosa comunidad.

5 comentarios:

Orson Díaz dijo...

Y sólo quiero ser amigo suyo. Ergo, pertenezco.

Anónimo dijo...

Tipo que Orson re robó todas las palabras.

=)

totalmente, sin anestesia

chuicks!

Eduardo Betas dijo...

A todo lo que toque la persona, el ser humano le va a transferir su cuota de grandeza y de miseria. Y la llamada web colaborativa o 2.0 también tiene lo suyo. Quizás lo disimule un poco porque es un instrumento que nos permite ponernos en contacto como me permitió saber de tu existencia. Pone el punto de partida para una relación y, en el mejor de los casos en amistad.

Por eso es que esa suerte de tipología que hacés en tu post termina siendo tan cierta como la vida misma. Y es que la Web 2.0 son pequeños barrios cerrados donde existe esa galería de personajes que capturó tu poder de síntesis.

Fama, poder, sexo, dinero, influencia son medios que la chatura reintante confunde por fines en sí mismo. Y ahí también está presente la vida, la condición humana.

De todas maneras soy optimista. Creo que hasta ahora vimos lo que estos hombres y estas mujeres que describís pueden hacer con las nuevas tecnologías. Que es lo mismo que hicieron siempre. Falta poco para que las nuevas generaciones, nacidas, educadas, formadas en ámbitos colaborativos demuestren que hay mucha más solidaridad, mucha más grandeza en la condición humana.

SBM dijo...

He de confesarte que en esas "comunidades virtuales" y en otras "reales" caigo en el solipsismo. (rarito que es uno).


Por cierto

http://www.youtube.com/watch?v=a-kNsBrA-Wo

- el youtube no engorda, estás flaca y estupenda.

- ¡qué sorpresa escuchar tu voz! no me la imaginaba así.

un saludo

Christian dijo...

Está re Top la historia. Conozco un grupo así. Qué triste no. Pena por ellos. Club Privado, Opus, Neo Peña Cuica... etc.