24.7.09

Eterno retorno, recurrencia y veinte mamuts

Ojalá la sumatoria de una serie de días locos resultara simplemente en una semana loca y, a su vez, la seguidilla de éstas en un mes. Pero no. La cosa no parece ser tan sencilla.
Por ejemplo, el lavarropas se descompone y como no tolera la soledad del out of order, le solicita compañía a la heladera que venía haciendo ruidos raros hace rato. Si para colmo de males ambos son de la misma marca y la solución está en manos de un solo servicio técnico, lo más probable será que esta provisoria unión gremial de descompuestos intente sumar al automóvil o a la caldera o al termotanque o al acondicionador de aire o, en su defecto, a la humilde cafetera.
Otro ejemplo. Choqué –fue un choque sin importancia pero me quedo quince días sin auto–; me robaron la billetera –no tenía mucha plata pero sí el registro de conducir (que, por suerte, no tengo que utilizar durante los quince días que el auto estará en el chapista), las tarjetas de crédito (ya sé, las doy de baja por teléfono... por suerte, entre la basura que guardo en mi disco rígido están los dieciséis números de cada una de ellas) y el DNI (tengo casi dos años para recuperarlo y poder cumplir con el deber cívico si es que la "t" de triplicado aparece en el padrón)–; perdí el celular –y no había sincronizado los contactos así que ofrezco recompensa por el chip–.
Uno más para ilustrar de manera ajustada.
Mi hija tiene gripe A N1H1 y cada vez que lo digo la gente me mira raro, papá se recupera de una cirugía mayor, la abuela es hospitalizada con neumonía y –grand finale– mamá tropieza en el supermercado, se fractura las dos muñecas y anda por la vida con dos rígidos manguitos blancos.
Bien puede decirse que estas sucesiones se deben al agotamiento de la vida útil de los bienes mecánico tecnológicos; bien puede afirmarse que responden al natural fluir de la existencia humana. Sea cual fuere la explicación que elijamos darle, cada tanto, somos víctimas de agotadores encadenamientos de hechos infaustos, algunos –of course– más infaustos que otros.
No hay para estas contingencias más solución que hacer lo que haya que hacer, relajarse y esperar a que pasen. Sin embargo, cuando me veo inmersa en tal tipo de dinámica del caos, mi costado filosófico no puede eludir pensar en las discrepancias entre Friedrich Nietzsche y Mircea Eliade por el eterno retorno y mi aspecto científico se vuelca al teorema de la recurrencia de Poincaré. Mientras tanto, mi zona amante del saber popular no para de vociferar que, más que por los perros, estoy siendo alegremente orinada por veinte mamuts.

15.7.09

Ahora entiendo

Recién ahora que se ha hecho pública la declaración jurada de la primera mandataria entiendo por qué ella y su marido sostienen la necesidad de profundizar un modelo TAN exitoso (para ellos).

6.7.09

Mi disco rígido

Como una PC a la que le han sacado la función "vaciar la papelera", como una Mac sin "empty trash", mi cabeza no puede deshacerse de información inútil, irrelevante o, como se dice en el barrio, al soberano cohete.
Así como Perón llevaba en sus oídos la más maravillosa música, yo llevo en mi pensamiento las más inservibles banalidades como:
• La fecha del cumpleaños de la hermana de la mejor amiga de la infancia de mi hermana (aunque hace más de veinte años que no la veo y, por supuesto, jamás la saludé, junto con otras tantas fechas relacionadas con gente que tampoco veo y a la que, por supuesto, jamás saludaré).
• Los números de teléfono de todas las casas en que viví (a los que, obviamente, no llamo).
• El nombre de maestras, profesores y preceptores de la escuela primaria y secundaria (su única utilidad podría ser ganar un improvisado concurso en un encuentro de ex alumnos).
• Las letras de canciones que detesto (como, por ejemplo, las de Arjona) y que cuando suenan no puedo evitar cantar simplemente porque sé la letra.
• La clave de la alarma de una casa en la que no vivo hace diez años (y que, no me cabe duda, los sucesivos dueños cambiaron varias veces).
• Toda la información de las clases de fonología y morfología de la doctora Ofelia Kovaci (desde el morfema de género del swahili hasta una frase del tipo: "la diferencia entre quienes dicen 'mosca' y los que dicen 'mojca' es un problema a analizar en el campo de la sociolingüística", su manera de explicarnos que decir 'mosca' es una grasada).
• Frases fugazmente famosas de gente fugazmente famosa (ejemplo: "se la clavé en el ángulo" de Sebastián Rambert).
• Buena parte de jugadores que alguna vez vistieron la camiseta riverplatense y luego se perdieron en el olvido (porque, claro, es sencillo recordar a J.J.López, B. Ferreyra, Labruna o el Enzo; pero ¿quién –que no sea un fanático de la banda y yo no soy más que una simpatizante– se acuerda de Rodolfi, Soria o Comelles, que además se llama Pablo?).
Toda esa información sin relevancia se entremezcla en mis pensamientos. Estoy presa de ella porque cada vez que intento descartarla su impronta se hace más fuerte y persistente. Me ha valido apodos como tutti-frutti o walkingpedia. Encima, no soy Funes. A diferencia de él, pienso mucho. Construyo con estos conocimientos mínimos extrañas cadenas que los entrelazan dando origen a razonamientos imposibles, tan cercanos a la locura como a la estupidez.
A veces me pregunto cuánto tardará el rígido en llenarse o si en algún momento comenzará a sobreescribirse o si hay alguien que le pueda hacer una optimización.