30.11.07

Día Mundial de la Lucha contra el SIDA

Día Mundial del Sida

Responsabilidad y prevención.

28.11.07

Competencia de mulas gallegas

Terca como una mula, cabeza dura como buena gallega, desde este espacio siempre declaré lo poco que me interesan las estadísticas y los posicionamientos en rankings y listas; cuánto me molesta el marketing autorreferencial llevado a la exageración y cómo me resisto a incorporar a mi rutina las innumerables herramientas de difusión y medición que, día a día, me entero de que los demás usan.
Como una suerte de amish de la web, me mantuve al margen de cuanto gadget se cruzó por mi vista. Todo lo que pude. Todo lo que mi baja resistencia a la tentación me permitió. Un día fueron las Google Webmaster Tools; otro, Google Analytics. Un tiempo después Alianzo, Blogalaxia, Technorati... y siguen las firmas.
Sin embargo, como sigo siendo terca cual mula y cabeza dura cual real gallega; como, además, vivir con la cabeza metida en las estadísticas me quita tiempo para lo que me gusta hacer que es escribir; y como, por sobre todas las cosas, no puedo tolerar la idea de la exposición pública porque no he dejado de ser, también, fóbica, decidí darle a toda esa parafernalia un destino diferente: estoy pero no participo, existo pero no actúo, leo pero no compito. Y trato de analizar, muy de vez en cuando, la información de una manera no obvia, cosa que se me facilita por el hecho de tener dos blogs (sí, ya sé, es una carrera conmigo misma).
Así, he descubierto algunas curiosidades:

  • Mi blog más "serio" –el que casi nunca "promocioné" porque es literario, lo que equivale a decir más "denso"– tiene más visitas que éste.
  • Su authority en Technorati es mayor, al igual que la fidelidad de los lectores.
  • Los "chivos" en Twitter generan un bajo incremento relativo del tráfico actuando apenas como recordatorio dado que las personas que me siguen en Twitter también se han transformado en lectores asiduos incorporándome a su Feevy –me da escalofríos de pánico y fobia el solo hecho de pensarlo– o a su blog roll. En este punto, también habría que pensar cómo la comunidad se fue cerrando y consolidando a la manera de "club de amigos".
  • Cualquier estrategia para titular en función del posicionamiento en buscadores lo único que provee son visitas lábiles y estériles (esto lo aprendí de casualidad y, como todo lo que aprendí de la web, solita, así que perdonen las obviedades).
  • Todos sabemos que un buen comentario –con link incluido– en un blog famoso genera un incremento inmediato en el flujo de lectores. Ahora bien, ¿vale la pena tomarse el trabajo de ser "comentador profesional" de las blogocelebridades? Insisto: me quita tiempo para hacer lo que tengo que hacer y me exige una rutina social que me aburre y casi me avergüenza. De hecho, desde hace un tiempo, cuando creo necesario y se me da la gana hacer un aporte a las notas de los gurúes, dejo mis comentarios bajo mi nombre de pila y sin el link.
  • Dado que sigo resistiéndome a los links –menciones, chupadas de medias y otras yerbas– a no ser que crea que están absolutamente justificados, mi presencia en el entramado de vínculos es débil.
  • La tasa de visitas únicas en ambos blogs es baja mientras que el tiempo de permanencia es alto –a veces escandalosamente alto– y la cantidad de páginas visitadas es importante.
  • En este blog, las visitas iniciadas merced a un buscador tienen como referencia, en su mayor parte, parámetros no casuales: nombre del blog, nombre del autor o ambos. En el otro, en cambio, no se registra la misma tendencia. Esto puede ser atribuido a la inclusión de SEUO en Twitter.
  • Ambos blogs tienen una tasa parecida y bastante alta de visitas directas pero los visitantes no son, salvo excepciones, los mismos, lo cual habla de la existencia de dos universos de lectores, dos públicos diferenciados.
  • En cuanto a las visitas a partir de sitios de referencia, SEUO muestra un comportamiento más "público" y aleatorio mientras que a Cadenas de Palabras los visitantes llegan en mucho mayor medida por vía de recomendaciones directas de otros blogs.
Por supuesto, no tengo cientos de visitas diarias sino algunas decenas. Ciertamente, hago poco por tenerlas; ni siquiera las espero. Es más, a veces el solo hecho de enterarme quiénes son mis lectores me provoca un terrible pudor, por no llamarlo vergüenza o, de manera más clara y contundente, cagazo como el que me dio el día que Marinita decidió sin previo aviso mencionarme en No me parece. Y, a la vez, no puedo negar que escribo para ser leída; que el acto de escribir, un momento de intimidad, suele estar atravesado por el placer que me causa pensar en el placer que otro tendrá al leer esas palabras; que me hacen feliz los comentarios; que me emociona que otros autores me tengan en cuenta y que, a pesar de mis contradicciones internas, siempre vence el deseo de publicar. Porque la que siente pasión por escribir es más mula y más gallega que la tímida y fóbica que llevo adentro.

26.11.07

El territorio de la conquista. ¿O la conquista del territorio?

En las relaciones de pareja tiene una gran importancia la conquista. Y no se trata simplemente de la necesidad de seducir que impulsa a un hombre a comprar flores o a una mujer a fulgurantes miradas apenas veladas por una estratégica caída de ojos. La conquista no es sólo una cena a media luz y música suave. Es mucho más que eso: es la conquista del territorio de la otra parte, la colonización progresiva y silenciosa de espacios privados, una expansión imperial en permanente avance, una campaña viral que desparrama presencia propia en la vida ajena y una infiltración subrepticia e incesante.
El avance se manifiesta de maneras diferentes según las características de personalidad de cada individuo.
Los "aplanadora" –frontales y directos– pasan, sin solución de continuidad, del ramo de rosas rojas (siempre son rojas) al bolso con pertenencias o al "te traje un florerito que tenía en casa para que duren más las flores que me regalaste el otro día. Lindo, ¿no?". O del SMS insinuante al diluvio de mensajes, llamados e interrupciones in corpore. Aquello que en un primer momento sonaba a gesto de cuidado, a atención y delicadeza, pronto se transforma en una invasión inglesa –que a veces termina en aceite caliente– y en una lucha sin cuartel por el control remoto de la televisión, el uso del teléfono o el gobierno de la heladera y sus contenidos. Los "aplanadora" son partidarios del ataque masivo y letal, fanáticos del Día D.
Los "subrepticios verbales" son expertos en tiros por elevación. Su estrategia es de avance y retroceso: tiran la granada, esperan que explote, registran los efectos, se llaman a silencio y vuelven a iniciar el ataque. Actúan por desgaste. Son como los presos que, sin nada mejor que hacer, horadan la pared de la celda con una cucharita de té. Frases como "Vos estás muy solo/a. Te vendría bien tener compañía" son armas mortales en boca de estos personajes. Repetidas hasta el cansacio, convencen al otro de que son realidad y que expresan su propio deseo a tal punto que finalmente los "subrepticios verbales" terminan triunfando y son invitados de honor a la fiesta sorpresa que ellos mismo se organizaron.
Luego están los "agricultores". Una raza paciente y perseverante que siembra objetos en distintos lugares del territorio enemigo: un día es un par de medias –o una hebilla, si el "agricultor" es mujer– que quedó bajo la cama luego de un revolcón furioso y que jamás, antes de partir, se molestaron en buscar aun cuando afuera estaba helando; otro día es una notita cariñosa que pretenderán eternamente pegada con un imán en la puerta de la heladera; la tercera jugada –crucial para el avance– es la que despertará en el invadido un acceso de horroris cerdum cuando se tope, una mañana cualquiera, con un cepillo de dientes adicional en el contenedor del baño o, si el invasor es femenino, el episodio será de horroris braga: una coqueta bombacha de encaje secándose en la canilla de la ducha; la jugada de jaque a la reina –o al rey– estará determinada por la presencia de "la mudita", esas dos o tres prendas de ropa interior que cabrían dentro de un tupper pero que, alojadas en un cajón junto a las propias, se transforman en un forúnculo incurable; por último, la estocada definitiva vendrá cuando el forúnculo se adueñe el cajón completo mientras que en el botiquín del baño se negocia la cuestión de límites entre la crema de afeitar y los tampones.
El cuarto perfil es el de los "prescindentes". Ellos son los que pretenden no querer involucrarse en ningún tipo de maniobra imperialista y, con impecable manejo de cintura, declinan cualquier deliz que implique una tentación. Siempre están queriendo irse, eludir los compromisos y preservar su sacrosanta independecia pero lo que en realidad desean es ser invitados, tentados y encadenados para, después de un rato de tajantes negativas, hacer un sacrificio en nombre de la insistencia. Los "prescindentes" no llaman, no invitan, no necesitan, no desean pero, en realidad, lo que se esconde tras esa indiferencia es una estrategia mediante la cual se hacen llamar e invitar y transfieren el deseo y la necesidad a la otra parte que, débil, vulnerable y fascinada, abre las puertas de su reino para dejar entrar al caballo de Troya.
Lo cierto es que así se trate de una invasión violenta y frontal, de una persistente llovizna de insinuaciones, de una siembra sistemática de recordatorios personales o de una colonización encubierta, el fin último siempre será plantar bandera en campo enemigo. Y no es menos cierto que en el momento en el que el conquistador o la conquistadora hayan puesto un pie en nuestro territorio, estaremos completamente perdidos.

23.11.07

De curso legal (realmente virtual)

En el mundo real hay dinero y existen los dólares –U$S– y los euros –€– y las libras esterlinas –£– y aun nuestros siempre maltrechos pesos –$. Los billetes de casi todas las naciones tienen en una cara la figura de un prócer y en la otra muestran la imagen de un lugar relevante. Así, sobre nuestros $100 están Julio Argentino Roca y la reproducción de un cuadro sobre la Campaña del Desierto, los $50 lo tienen a Domingo Faustino Sarmiento de un lado mientras que en el otro se dibuja la Casa de Gobierno; los $20 retratan a Juan Manuel de Rosas y recuerdan el combate de Vuelta de Obligado; en los de $10 se ve a Manuel Belgrano y el Monumento a la Bandera en la ciudad santafesina de Rosario; los de $5 están dedicados a Don José de San Martín y el Cerro de la Gloria en Mendoza, y en los de $2 aparecen Bartolomé Mitre y el museo que lleva su nombre. No abundaré en detalles sobre la moneda de otros países porque sería demasiado extenso y farragoso –pero por sobre todas las cosas aburrido– hacer un relevamiento de las caras y lugares que se estampan sobre el papel de seguridad.
Desde hoy, gracias a una gestión mancomunada y al notable desarrollo y crecimiento de la comunidad twittera argentina, Tuitiar también tiene su propia moneda y su tipo de cambio. Al igual que cualquier moneda de curso legal, tienen en el anverso el rostro de un prócer y en el reverso una imagen relacionada con el desempeño histórico y señero de esos valientes hombres 2.0.
Así, el billete de mayor denominación es el que muestra a un pensativo Esteban Peicovich en una de sus caras y la imagen del Arca en la otra. El que le sigue presenta el rostro adusto de Darío Gallo y, del otro lado, el dibujo filigranado de una barca llena de makis, nigiris y sashimi. La pieza de papel moneda que sucede a las dos ya enumeradas retrata a Leandro Zanoni con su proverbial sonrisa y en la cara opuesta hay un interesante collage de tapas de revistas que, con inusual preciosismo, pone el acento en los traseros de bellas señoritas de las cuales difícilmente se recuerden los rostros y mucho menos los nombres. Por último, el billete de menor denominación le corresponde a Pablo Mancini, cuya imagen aparece en una de las caras mientras que en la otra vemos una reproducción de "Mar de Flores", obra vanguardista digital y caótica.
Dado que la legislación de Tuitiar todavía es algo difusa, se ha decidido que el tipo de cambio interno –valor de cada billete– sea aleatorio. Al momento de escribir este comunicado la equivalencia es la siguiente:
1 Peicovich = 2 Gallos
1 Gallo = 4 Zanonis
1 Zanoni = 17 Mancinis
Del mismo modo, es necesario aclarar que los Mancinis no sólo cotizan en Tuitiar sino que también son de curso legal en Second Life bajo el nombre de Mancindens.
Dado que los próceres vivientes no leen SEUO, no creo que lleguen a enterarse de que han trascendido las fronteras de la simple humanidad virtual para transformarse en imagen, representación y valor de esta moneda convertible de curso legal (realmente virtual).

22.11.07

Al desnudo: Yo quiero ser María Sharapova

Yo quiero ser ella. Me impulsa una infinidad de motivos. Comenzando porque es rubia, alta, delgadísima. De una belleza compleja y llena de misterio. Cuando sonríe deja ver dientes perfectos –que patrocina Colgate– y los ojos se le achican de una manera absolutamente encantadora –tal cual muestran las fotos tomadas con cámaras Canon. Además, juega al tenis como una diosa –tal vez se deba a Gatorade y a Tropicana– y, aunque en la actualidad ocupa la quinta posición en el ranking femenino –estrenando sugestivos modelos de Nike en cada torneo–, sabe lo que es estar al tope de la lista. Entre las diez cosas que no soporta se cuentan los Hummer, probablemente porque así lo exige su sponsor Land Rover. Usa perfumes de Parlux Fragances, raquetas Prince, carteras y joyas de Samantha Thavasa, relojes Tag Heuer. Firmas que, además de proveerla de todos sus productos, obviamente, le pagan fortunas por mostrarlos. Así que la jovencita es una máquina de facturar billetes grandes.
Si bien hace años que vive en los Estados Unidos –fue una de las becarias más jóvenes de la clínica de Nick Bollettieri, después de haber dejado para siempre su Rusia natal– declara no comprender la celebración de Halloween y trata de psychos a quienes eligen disfrazarse para la ocasión.
María adora a Orlando Bloom y a Lebron James y dice que con gusto los invitaría a jugar dobles mixtos. Acostumbrada a los mimos, en su sitio web oficial relata cuáles son los diez tratamientos de spa imprescindibles: manicura, masaje del cuero cabelludo, masaje manual, gommage de mango y sal marina, hidroterapia, baños de barro, masajes faciales, reflexología, belleza de pies y masaje con piedras calientes. Como, al parecer, los rankings son parte de su vida de Top Ten, tiene uno, detallado y cuidadosamente elaborado, para cada cosa que se le cruza por debajo de la rubia cabellera: personas con las que le gustaría trabajar en el futuro (Vera Wang y Frank Gehry, por ejemplo), personas con las que le gustaría tomar un café (Gwen Stefani, Bono y otra vez Orlando Bloom), lugares donde no estuvo, lugares donde estuvo, regalos navideños que recibió, restaurants, spas, accesorios, películas, revistas (¿cuál sino Cosmopolitan podría haber ocupado su número uno?), cosas para las que es buena (hacer valijas, manipular a la gente, espiar, dar excusas... ¡OMG, qué muchacha!), cosas para las que no es buena (cocinar, ser paciente, manejar sus emociones, darle la razón a otro), golosinas, cosas que se llevaría a una isla desierta (antes que nada, protector solar) y alguna que otra estupidez del mismo irrelevante calibre.
La princesa del tenis, como la llaman, se anima a las alfombras rojas con minivestidos de cuero negro, a las bikinis de tapa de Sports Illustrated, a los night gowns de Hugo Boss. Pasa tanto tiempo compitiendo y entrenando como presentando productos de sus auspiciantes –siempre en esquinas diferentes del ancho mundo–, con su perfecta sonrisa de comercial de dentífrico.
En suma: factura, viaja, es bonita, tiene miles de fotografías en las que luce perfecta, gana torneos de tenis y es dueña de vociferar idioteces, confesar su superficialidad como una virtud y ¡leer Cosmopolitan! Y si bien todo esto alcanza para despertar el odio de cualquier mujer, María Sharapova tiene una cualidad que la hace diferente y única, una característica que yo le cambiaría y por la cual dejaría de lado todo otro beneficio de los que en su corta vida goza: los aullidos orgásmicos que, desde los courts, desatan turbas de ratones embravecidos en las mentes masculinas.

13.11.07

1974

En 1974, mucho antes de que se popularizaran las luchas en el barro, yo ya andaba cometiendo tropelías con mis compañeros y compañeras del colegio.
Teníamos una especie de vida salvaje y libre en la cual había espacios
y tiempos para la diversión y un cierto saludable desenfreno.
Una vieja amiga me mandó esta foto amarillenta y fuera de foco que registra cómo festejé mi cumpleaños. No pude evitar pensar que, además de mi foto, estoy yo, aquí, ahora, para contarlo. Y que hay muchos de los que sólo quedan las sonrisas congeladas, el testimonio de lo que fue, las señales de la moda. Sólo fotos. Nada más que fotos.

RBD – De la historieta al animé. Del animé a la vida

Hasta el jueves pasado, la mayoría de nosotros no éramos más que cuadros de historieta con un texto que, en este caso, venía abajo o al costado de la imagen –más parecido a "El Tony" que a "Mafalda"– y tenía las mismas limitaciones de espacio que los parlamentos de los héroes dibujados. Nos distinguíamos por ciertos giros discursivos, temas, más o menos presencia, más o menos interacción con los demás dibujitos. De vez en cuando, alguno decidía cambiar su imagen provocando no poca sorpresa y confusión en los demás personajes. Y todo quedaba ahí, en el plano territorio del comic. Sin movimiento, sin voces, sin gestos.
Pero el jueves, muchos abandonamos las dos dimensiones de la tira –no siempre cómica– y saltamos al animé. Fuimos, apenas por un rato, héroes de cartoon. Algo confusos. Mecánicos y acelerados. Modulando voces para el personaje de la historieta que se veía a sí mismo como una incierta estrella que debía hacer la transición entre el cine mudo y el sonoro. Agregando identidad sin perder la identidad. Ensayando abrazos y contactos. Creando un script sin la limitación de los 140 caracteres. Diseñando recorridos, desplazamientos, figuras. Protegidos tras la laptop. Dibujando contornos apenas con las sombras y el recurso visual de la perspectiva, pero aún planos. Y algo incómodos con la transición.
Hasta que, a fuerza de compartir tiempo y espacio, adquirimos completa corporeidad. Escapándonos de la planimetría para que los personajes dejaran su lugar a las personas en una instancia mucho más rica, mucho más comprometida y mucho más visceral. Ya sin guión, superpuestos, interactivos. Y las palabras dejaron de ser parlamentos para ser palabras. Y los abrazos dejaron de ser muecas para ser abrazos. Y el contacto dejó de ser virtual para ser real. Y la comunicación y todas sus herramientas se transformaron en la excusa para construir esa perpetua obra teatral que es la vida.

7.11.07

El hombre gerundio

El hombre gerundio siempre está en un embotellamiento, en una manifestación, en medio de una huelga que lo detiene y lo retrasa. En su vida no hay autopistas vacías ni calles desiertas ni lugares para estacionar sino una cadena de infaustos sucesos, imprevisibles casilleros del Juego de la Oca en los cuales siempre pierde el turno. Tiene la agenda repleta de citas que, con persistente compulsión al fracaso, encadena una tras otra para ahondar, en cada llegada tarde, el abismo que lo separa de poder cumplir con los horarios prefijados. Quienes lo conocen, saben que es inofensivo y, resignados, lo esperan o eligen mentirle citándolo media hora antes que a una persona normal. Los que, frente a varias tazas de café, acaban de ser dejados de plantón por primera vez piensan que es un desconsiderado, un impertinente y un maleducado.
Aunque da motivos para la desconfianza, el hombre gerundio no es un marido infiel, no le gusta la trampa, no se queda charlando con los amigos en un bar ni pasa horas jugando en el casino para luego, a la hora de dar explicaciones, hacer gala del criterio de inverosimilitud para construir una historia verosímil. Lo que sucede es que, simplemente, tiene una peculiar idea del tiempo y cree con fe inamovible que sus desplazamientos se llevarán a cabo en veinte minutos cosa que sucedería si y sólo si los realizara en helicóptero.
Según su percepción, el reloj es un artefacto ruin que lo engaña –cual patrón de estancia que le promete casamiento a criada indígena– diciéndole que son las tres cuando, en realidad, son las tres y media.
Lo que lo distingue de otros modelos de hombre es que tras él hay un enorme monto de sufrimiento. Porque es un hombre bueno. Con buenos propósitos, con buenas intenciones, con buena disposición para cumplir todas las promesas que hace y que incomprensiblemente para él se le malogran por innumerables razones que escapan a su voluntad. Para colmo, se siente incómodo frente los mudos reproches de quienes siempre lo esperan. Entonces, balbucea excusas torpes e ineficaces porque no quiere excusarse y porque es consciente de que sus cálculos y previsiones otra vez han fallado.
Lo que es peor –y lo que a la vez demuestra que no especula con el tiempo ajeno– es que, cuando se lo llama para chequear, aunque sea tarde, que recuerda la cita a la que está faltando, jamás de los jamases se lo encuentra en otro lado haciendo otra cosa. Porque el hombre gerundio es un eterno pasajero en tránsito. Una persona en permanente movimiento (slow motion pero movimiento al fin). Un sufriente peregrino. Un malogrado viajero que no encuentra playa de estacionamiento y que está condenado a repetir una y otra vez la frase que corporiza su tragedia y deja al desnudo su vulnerabilidad; el inevitable "Estoy llegando".