24.12.08

De paseo

Y, sí, ando de paseo por otro blog.
Parece que mis amigos no escarmientan y siguen invitándome aunque saben que siempre acepto.
Se viene nomás el primer TwittBaires masivo y de alcance internacional.

19.12.08

Callejeros y la primera persona (continuación)

Esta entrada fue publicada en Cadenas de Palabras.

Desde la última semana de septiembre, cuando se anunció la salida a la venta de Callejeros en primera persona, se formularon muchas hipótesis acerca de las motivaciones que me impulsaron a escribir sobre un tema tan difícil y tan controversial como la tragedia de Cromañón.


En este tiempo, contesté todas las preguntas de la prensa. Estuve a disposición de radios, canales de televisión, medios gráficos y medios digitales sin eludir ninguna respuesta.

Durante varias semanas, mis casillas de correo electrónico se poblaron de mensajes de todo tipo. Desde la felicitación y el agradecimiento hasta la ofensa, el insulto y la amenaza. La mayoría de estos últimos pertenecían a personas que no habían leído el libro.

Además, circularon versiones de todo tipo acerca de una alambicada estrategia de prensa para vender el libro. Versiones absolutamente alejadas de la realidad.


A quienes pensaron que así era, he de aclararles que días después de que apareciera la placa negra publicada en el sitio oficial de Callejeros, me llegó una carta documento de seis de los integrantes del grupo convocándome a una mediación.


A partir de ese instante me llamé a silencio para facilitar el proceso al que había sido citada y que aún no concluyó.


Es difícil entender cuáles fueron las motivaciones que los impulsaron a iniciar una accion por daños y perjuicios. Sin embargo, analizando la situación desde la postura de ellos, y de todo lo que provoco el contenido del libro, que incluye los testimonios por ellos vertidos, es posible –desde mi punto de vista– esbozar la idea de que se formule algún pedido respecto a los testimonios, reiterando que ningún interés ni participación tuvieron el libro. En cuanto a otro tipo de reclamo económico, dado que la mediación todavía está en marcha, me es difícil imaginar cómo terminará y, por supuesto, está en manos de los abogados

Por cierto, las actitudes de varios de los actores involucrados en esta trágica historia no hacen más que confirmar los conceptos volcados en el libro acerca de nuestra dificultad para unirnos en el dolor, de la imposibilidad de salir del lugar de la confrontación, de la incapacidad para reconocernos en los ojos de nuestros semejantes.


Callejeros en primera persona
no es "el libro de Callejeros" ni "el libro que defiende a la banda" ni "el libro que ataca a los sobrevivientes" ni "el libro que está en contra de los padres de las víctimas".

Instalar la idea de una obra destinada a defender una posición por encima de otra va por completo contra la esencia y el espíritu de mis palabras. Y, por extensión, contra mi esencia y mi espíritu.


Callejeros en primera persona
nació como un intento de reflexionar sobre los motivos que llevaron a que se produjera una tragedia como la de Cromañón. Creció como un desafío personal de comprometerme, desde mi lugar de escritora, con la búsqueda de la verdad, una verdad sin dueños y sin exclusiones. Se concretó como una obra en la cual el lenguaje de la investigación se desliza dejando lugar a una expresión más visceral. Vio la luz en el centro de una disputa por el espacio mediático. Y hoy circula, sobre todo entre los jóvenes, como punto de partida para la construcción de una perspectiva diferente que permita aprender de la desgracia.

Hasta la fecha, Callejeros en primera persona es el único lugar en el que aparecen las voces de los músicos. Sus largas charlas conmigo, transcriptas en el libro respetando puntualmente lo dicho, son también parte de la historia de Cromañón. Una historia que sigue doliendo como el primer día.

4.12.08

Pink dialogue

C: Yo quería ser presidenta.
I: Yo quiero ser presidenta.
M: ¡Yo fui Evita!

Querido Papá Noel

En el lejano e inclemente Polo Norte, Papá Noel tiene un completísimo archivo privado. Allí están ordenadas todas las cartas que el buen señor ha recibido. En este curioso conglomerado de pedidos es posible advertir que los primeros deseos de muchas personalidades de todas las áreas, ya desde la infancia manifestaban aquello que con el tiempo (a veces, además, con mucha ayuda) lograron ser y, también, reconstruir los tortuosos caminos por los cuales sus sueños se hicieron realidad (o no).
Así, es sorprendente reconocer en la caligrafía apretada y llena de errores (no, no estoy hablando de Susana Giménez, ella quería conocer las Cataratas del Iguazú y... sí, a los dinosaurios vivos, deseo que, como es de público conocimiento, no ha podido concedérsele ni con la colaboración de COAS), a Carlitos W.B., cuya corta misiva de 1953 solicita "un kit de harmas kímicas y un livro con la istoria de Vavilonia y una votella de whisky (para mi daddy que ya es grande)" (sic).
En las cartitas de Ronald (no, McDonald no, el otro), en cambio, puede apreciarse, ya desde 1918, su profundo deseo de llegar a ser una estrella de westerns producidos en Hollywood. Sus pedidos se repiten sistemáticamente: cartucheras, estrella de sheriff, pistolas... y réplicas del Oscar de la Academia. En un cruce de información digno del Excalibur ha podido constatarse que, en un momento circa 1934, las cartas del tierno Ronald –que persistía de manera conmovedora en su deseo de protagonizar films del lejano Oeste– se mezclaron con las de un precoz Clint E. (no confundir con Bill Clit, que pedía pasantes para el despacho oval) cuya energía estaba puesta por completo en ser presidente del país más poderoso del mundo. Esta confusión explicaría la eterna sonrisa sorprendida de Ronald y la no menos eterna cara de bragueta de Clint (y también la activa bragueta de Bill).
Si nos enfocamos estrictamente en el mundo del espectáculo veremos no sin sorpresa las esquelas de Michael J. quien, desde que pudo articular las primeras frases (y estoy segura de que, antes que "amo a mi mamá" aprendió a escribir "quiero ser wasp"), hizo la misma solicitud: "cremas blanqueadoras, una montaña rusa propia y que me llamen Macaulay"; las de Richard G. pidiendo ser actor y conocer al Dalai Lama (le dieron lo segundo, no lo primero. Lamentablemente para la historia de la cinematografía, él parece no haberse enterado); las de Al P. que quién sabe por qué extraños motivos quería siempre dientes nuevos (se los otorgaron para su papel del Diablo en "Devil's Advocate", cosa de que su apariencia fuese terrorífica); y las de Mel G. que en su lampiña infancia insistía con tener un bigote como el de Adolf H. (el bigote no se lo dieron).
El género femenino también tiene una participación más que interesante en esta investigación. El cruce de las cartas enviadas muestra que Britney S. siempre quiso ser Madonna e, inexplicablemente, Madonna todavía sigue escribiendo que quiere ser Britney (pero ahora lo escribe en hebreo). Nicole K. primero pidió un Top Gun (perdón, Tom C.) que le fue concedido, pero cuando se dio cuenta que el señor sólo alcanzaba el top subido al banquito de la cocina, que de gun no tenía nada y que, encima, venía con la Cientología incluida, rectificó su pedido dando lugar a que se hicera realidad el de Katie H. Un caso curioso es el de Winona R., cuyo eterno pedido fue "yo quiero ser 'mechera'" y le fue otorgado junto con una innumerable cantidad de horas de probation.
En el plano local la cosa no resulta mejor. Una generación entera –post Diego Armando y Claudio Paul– invirtió ríos de tinta y fortunas en estampillados al Polo Norte expresando su deseo de "casarme con un jugador de fútbol internacional" (jamás el 2 de Mandiyú), últimamente ampliado a "casarme y tener hijitos", y dando origen a una nueva categoría: las "botineras". Papá Noel ya cumplió con los objetivos de Wanda N., Evangelina A., Nicole N. y Eliana G. En cambio, los de Natalia F. y Amalia G. han tenido algunos matices. Aunque ambas creyeron estar haciendo realidad lo solicitado en sus cartitas, al revisar los archivos se advierte que la primera fue la concreción del deseo de Carlitos T., mientras que la segunda acredita haber sido el regalito de Navidad para un tal Robbie W., que había solicitado con desesperación una "pantalla" y quién sabe qué habrá entendido Santa Claus que le mandó a esta chica. Dando muestras de su convicción y persistencia, cuando las muchachitas no le escriben al señor del Polo Norte, veneran a "la Claudia" y a "chorreo glamour Mariana".
Por cierto, los archivos de Santa son privados pero no inaccesibles de modo que ¡cuidado con lo que escriben después del insoslayable "querido Papá Noel"!

30.11.08

Laurita mira la tele

Mi tierna infancia de monstruito prodigio estuvo marcada por la televisión. Esos aparatos que hoy son planos, ultradelgados, apaisados, a todo color y con sistemas touch, en ese entonces eran unos toscos cubos marrones con selector de canales, pantalla gris verdosa, sintonía fina y graciosa antenita móvil para mejorar la siempre imperfecta imagen.
Para dar una idea de en cuánto la tele me atraía diré que mi exposición a los rayos catódicos se iniciaba con la señal de ajuste –la grilla que permitía calibrar horizontales y verticales– y terminaba con "Palabras de vida", un engendro religioso alentado por los sucesivos gobiernos militares que azotaron aquellos años.
La vida pasaba por la televisión. Mi vida de cuatro años pasaba por la televisión. Sin plan, sin agenda y sin horarios. Indiscriminada, masiva, adictiva. Así era mi presencia frente al aparato. Me daba lo mismo "Jardilín" que "Buenas tardes, mucho gusto"; "El llanero solitario" que "Ben Casey" (mucho más atractivo que el doctor Kildare, ya por ese entonces tremendo bala); "El club del clan" que "Sábados circulares"; "El amor tiene cara de mujer" que "El muñeco maldito".
A Tato Bores no lo entendía pero lo miraba igual. Me asustaba el bigote de escobillón con el que un general de turno ocultaba el labio leporino (eso decía mi mamá, yo sólo sé que el tipo hablaba raro). Disfrutaba del terrorífico Narciso Ibáñez Menta. Me divertía la vocecita aguda que salía del voluminoso cuerpo de Aldo Cammarotta. Me intrigaban las misteriosas predicciones de Horangel. Me irritaba el tonito estúpido de Annamaría.
Vi cien veces "Gunga Din", otras tantas "Ben Hur" y también "Casablanca". Lloré de risa con "Hay que educar a Niní" y "Madame Sans Gêne", y de emoción con "Dios se lo pague". Amé a Lolita Torres con la misma intensidad con que me aburrió Libertad Lamarque. Amalia Sánchez Ariño hablaba como mi abuela. Luis Sandrini me parecía tan tonto como José Marrone y siempre me quedaba con Pepe Biondi.
Tuve mi gorro con orejas –un esfuerzo de producción de mi mamá y mi abuela (no la que hablaba como Amalia Sánchez Ariño sino la otra)– para ver "Disneylandia" y sentirme cerca de esos chicos tan compuestos a los que un amable Walt Disney enseñaba cómo se hacían los dibujos animados.
"Disneylandia" fue, sin lugar a dudas, mi programa favorito. Sobre todo cuando dedicaba su emisión a la Tierra de la Fantasía porque ¡menuda decepción me invadía haber esperado toda una semana para ver mapaches y castores!
De solo ver aparecer a Campanita (muchos años después empezó a ser Tinkerbell) y escuchar la música se me estrujaba el corazón y se me hacía un nudo en la garganta.
Jamás hubo un límite para mi pasión por la tele. Nunca un "andate a la cama" ni un "primero comé". Claro, para cuando cumplí cuatro años, ya leía, escribía, atendía el teléfono y anotaba los mensajes de quienes llamaban. De hecho, miraba televisión sentada sobre los dos tomos del diccionario enciclopédico que solía sacarme de dudas cuando no entendía una palabra, siempre bajo la mesa de la cocina. Así que no había mucho que reglamentar.
Ese mundo en blanco y negro, con fantasma y el punto de luz que quedaba cuando la tele se apagaba me acompañó durante toda mi infancia. Siempre estaba ahí. Disparador de preguntas incómodas. Alimento de una fantasía sin límites.
Testigo de mi avidez y generador de algunas inolvidables rabietas.

(continuará)

2.11.08

El espasmódico

El espasmódico es un hombre intenso. Tan intenso que le cuesta sostener esa intensidad por más de una semana.
En un primer encuentro puede brindar una impresión equivocada que dependerá exclusivamente de la actividad que haya elegido para ese periodo. Ya sea 'la semana del deporte', 'la semana del glamour', la 'semana de las comilonas' o 'la semana de la dieta', su vida es un espasmo perpetuo en el cual durante siete días se desempeña con admirable aplicación y perseverancia.
Por cierto, su existencia tiene puntos de inflexión periódicos: cada lunes se impone cambiar radicalmente de vida; entonces, tras una seguidilla de comilonas sobreviene el ayuno; tras el ayuno, el glamour que lo devuelve al placer; tras el glamour es necesaria una nueva desintoxicación, esta vez sin ayuno porque aún está fresca la desoladora sensación de la abstinencia, por lo que el objetivo será el deporte; tras el deporte que no ha reconocido límite y le ha causado agotamiento y dolores varios, vendrá la contemplación; tras la contemplación, la aventura y así ad infinitum.
Su estructura de personalidad navega entre dos estilos opuestos: el desenfrenado y el monástico, que se suceden en un círculo infernal cuya particularidad es que lo lleva de la culpa a la revancha y de la revancha, nuevamente, a la culpa. Como un perro que intenta morderse la cola, el espasmo de esta semana intenta emparchar las secuelas del espasmo de la semana anterior. Y el resultado es que siempre está en deuda consigo mismo. Una deuda insalvable que renegocia cada domingo con una normativa impiadosa similar a la de los organismos crediticios internacionales.
Este pobre hombre se debate en la dicotomía de los merecimientos. O se merece disfrutar o se merece un castigo por haber disfrutado. Su yo interior muta del nazismo al laissez faire, del rigor estoico a la relajación dionisíaca.
Por supuesto, la mujer que esté junto a un espasmódico deberá embarcarse en sus cruzadas semanales y comprender (y aceptar y acompañar) que hoy quiera dejar de fumar porque se ha dado cuenta de que el cigarrillo le impide practicar deportes comme il faut (para él, que se obliga al alto rendimiento sin escalas) y 'es un veneno que te acorta la vida', pero también deberá aceptar que el próximo lunes encienda un cigarrillo porque 'la vida es una sola y trabajo como un burro y no puede ser que no me dé los gustos y, además, estoy tan nervioso que no me aguanto'. ¡Justo ahora que ella llevaba tan bien la abstinencia de nicotina!
Pero que jamás se le ocurra dejarlo solo en sus emprendimientos. Diferenciarse y no subirse al tren del espasmo es una actitud conspirativa, de alta traición y, por lo tanto, imperdonable.

27.10.08

Armando el arbolito

La cosa es sencilla. O al menos lo parece. Conocés a una persona. Te encanta. Pensás que es absolutamente perfecta. Pero como desde la más tierna infancia te enseñaron que la perfección no existe, no te resulta tan fácil comerte la galletita. Como, además, tu tierna infancia ya está lejana y borroneada por los años, el ojo se te afinó y las imperfecciones saltan con notable rapidez. Lo que el tiempo no se lleva nunca, empero (y cazá este preciosismo del lenguaje), es la ilusión de lo perfecto. Y te entregás a esa búsqueda incesante y llena de trampas (que vos misma te encargás de poner y en las que, sabés, vas a caer irremedablemente).
La primera etapa es la vacacional. A ver si nos entendemos: ¿qué puede estar mal en una playa de arena blanca y aguas transparentes, echada bajo una palmera y tomando daikiri de a sorbitos mientras mirás la caída del sol? Nada. Nada puede estar mal. Y en ese estado te pone la primera etapa de una relación.
La segunda etapa es de vuelta a clases. Hay que empezar a ordenarse porque, como es bien sabido, las vacaciones no son eternas. Con toda la energía que otorgan el placer y el buen descanso, te ponés a organizar. Y la organización trae la primera visualización de los detalles. Nada grave, insignificancias que te zumban un poquito en los oídos pero que enseguida se diluyen. Molestias que te encargás de catalogar como pasajeras. Después de todo, siempre hay un feriado largo de Semana Santa para reeditar la experiencia de la playa paradisíaca.
Pero lamentablemente, al llegar a la playa con la intención de restituir ese sentimiento de plenitud y éxtasis, advertís que el clima cambió, la corriente cálida que traía cardúmenes de pececitos de colores se retiró, el cielo no es tan azul, la palmera no tiene tantas hojas, el daikiri está aguado y hay un vientito de lluvia que levanta arena y te hace llorar los ojos.
Así como quien no quiere la cosa, volvés a casa (otra vez la rutina). Algo de desilusión te embarga. Esos pequeños detalles insignificantes ocupan cada vez más lugar en la vida cotidiana. Y cada vez ponés más energía en desoír las señales de alarma recurriendo al repertorio de excusas y justificaciones que sólo vos podés hacerte creer que creés.
En este punto, las vacaciones de invierno ya no son un remanso sino el necesario lugar adonde escaparte. Algo maltrecha pero irrenunciable, la ilusión vuelve a aparecer bajo la forma del 'cambio de aire'. Aunque ese 'cambio de aire' sean quince días encerrada en una casa viendo cómo afuera arrecia la tormenta y adentro te abate un supremo aburrimiento hasta que tu deseo se reduce a nada y no ves la hora, bendita hora, de volver al efecto anestésico de la malhadada (otra perla del idioma) rutina.
Porque, claro, en el tiempo transcurrido has descubierto que lo cotidiano opera como una suave droga que te permite seguir adelante sin naufragar en las insignificancias que ya ostentan la categoría de océano.
Ahora bien, como toda medicación, ésta también tiene efectos no deseados. Cierta irritabilidad es, tal vez, el más evidente.
A medida que el tiempo transcurre la situación empeora al punto que ni la llegada de la primavera representa una tregua y aunque el diccionario de excusas ha llegado a ser la obra más completa de la literatura universal (lo que confirma que la carrera por la perfección es inagotable), creerte los viejos discursos se transforma casi en el único objetivo de tu vida.
Así las cosas, te das cuenta de que ha llegado el tiempo de la cirugía mayor. Entonces, con la esperanza agonizante, buscás las cajas polvorientas. Y armás el arbolito.
Le colocás esas virtudes que nunca tuvo: las luces, las guirnaldas plateadas o doradas, los adornos coloridos, la estrella en la punta... Todo para que las ramas machucadas pasen desapercibidas. Para tapar la tristeza de ese esqueleto raquítico, lo cubrís de brillos baratos y nieve falsa. Sabiendo que es tu último esfuerzo, agarrás papel y lápiz y escribís la carta que empieza 'Querido Papá Noel' y aunque querés, intentás y deseás con toda tu alma y tu corazón que las cosas sean diferentes, tu vocecita interior ya no se calla: el árbol es de mentira, jamás habrá nieve en diciembre en este lugar del mundo... ¡y Papá Noel no existe!

17.10.08

Miserias 2.0

En el infinito entramado de la web, allí donde todo se entrecruza, se esparce y se multiplica; donde crece la ilusión de lo democráticamente colaborativo, hay un minúsculo barrio cerrado: la comunidad 2.0 argentina (?).
Pretencioso, como casi todas las urbanizaciones de ese estilo, el barrio crece contra la dirección lógica; es decir, de los límites hacia adentro. Por afuera del cerco lo que abunda es la marginalidad. El interior es de callecitas prolijas y vistosas, una suerte de Whisteria Lane en la que todos se conocen, se saludan, se envidian y, sobre todo, se sienten importantes, mucho más cuando para entrar atraviesan esa zona incierta por la que transita "la gente común" (poniendo el acento en lo ordinario que es ser común).
Por supuesto, el barrio no escapa a las reglas de las pequeñas congregaciones: todos saben todo del prójimo –y cuando a alguno se le escapa algo, no falta el alma benevolente que lo chismorrea con supino placer–, todos miden la bonanza del vecino en términos de popularidad, de apariciones públicas, de visitas, de ese "ser re top" que desvela a los que corren en el segundo pelotón; todos cuidan con obsesivo fervor de perro en celo que el perímetro se mantenga inamovible; muchos emplean a habitantes de la periferia dándoles así la invalorable oportunidad de acceder al olímpico espacio... para hacer tareas de limpieza y mantenimiento.
Están los promiscuos que desean a la mujer del prójimo –por lo general una exhibicionista que devela histéricamente su intimidad– y la espían por las noches a través de la ventana que, como al descuido (un descuido muy cuidado), deja ver lo obvio. Están los fanáticos que se pusieron la camiseta del barrio y salen al mundo con ella aunque afuera nadie sepa de qué se trata ni conozca los colores de tan pequeño club. Están los que hacen ruidosas fiestas cada vez que conquistan una nueva baldosa del ghetto. No faltan los que conservan muertos en los roperos (¿por qué iban a estar al margen de lo que sucede en todos lados?).
Y están –Oh, my freakin' dog!– los que se pegan al alambrado pugnando por entrar y mezclarse con aquellos cuya única singularidad es que no se mezclan.
Lustre, brillo, maquillaje y un cheese –larguísimo, por favor– para que la foto deje ver las luminosas sonrisas de los beneméritos miembros de esta prestigiosa comunidad.

9.10.08

San Google

La mecánica es sencilla: uno escribe, la gente busca. Tipea en la ventanita y así aparecen las plegarias a San Google bajo la forma de keywords que van enlazándose como las cuentas de un rosario.
Lo extraño es que, si bien este santo siempre escucha, a veces responde como un casamentero loco que arma parejas imposibles, ridículas, surrealistas.
Cientos de cándidos alumnos han llegado a mis páginas herejes buscando estados de agregación de la materia para, seguramente, cumplir con alguna asignación escolar. Esos son los cultores del Rincón del vago.
Están, también, los prácticos que aterrizaron de narices porque querían saber cuál es el orden de los alimentos en la heladera y, por supuesto, encontraron mi costado obsesivo; o los que necesitaban frases de obituarios. Los iracundos que, casi como una declaración de principios, tipearon me cansé de las palabras; los atribulados como la que confundió la ventanita con un confesionario y se lamentó ¿por qué me confiesa que es casado después de un mes de relación? Y los despistados de siempre como el o la que, en estado de emergencia o como un gesto previsor, se interiorizó acerca de un albergue transitorio en Dubai.
Luego vienen los serial searchers. Los del bello encarnado (sí, copio bien lo que otros escribieron mal) en cejas, piernas, y en relación con el VIH. Los del bulto: bulto slip, bulto boxer, grandes bultos, hombres con bulto, push-up para el bulto y siguen los bultos. Los de los desnudos, nada originales por cierto. Y los de la lobotomía que agrupan todas las búsquedas imaginables relacionadas con ANTM.
Por último, el más llamativo de los usos: el modo Aladino. Es el que utilizan los que piensan a San Google como si fuese la famosa lámpara del cuento y depositan allí sus deseos con la ilusión de que el genio que vive adentro del rectangulito los haga realidad: quiero a Paris desnuda, quiero ser atleta, quiero ser una cola Reef, quiero ver la cola de Belén Francese, quiero ver una cola o el inefable, irrepetible e increíble quiero ser virgen sin pagar plata.
Lo cierto es que, de un modo u otro, consejero, genio, santo o gran maestre del secreto algoritmo, Google le dio a todas estas personas la misma dirección: SEUO.

7.10.08

Saldos

En las últimas dos semanas me tocó atravesar situaciones inéditas. Aquí, los saldos de la experiencia.

Estético: La tele engorda.
Sonoro parcial: La radio saca voz de trasnochada a las 6.30 de la mañana. Pero la tele engorda.
Sonoro total: La radio saca voz de pito durante el resto del día. Y a toda hora la tele engorda.
Proteccionista: No importa cuánto te "filtren", cualquiera puede encontrarte. Y darse cuenta de que la tele engorda.
Digital: La idea de lo "viral" no es una idea, es una realidad. Y, en realidad, la tele engorda.
Humano: La gente, por lo general, es muy respetuosa. Y no ignora que la tele engorda.
Profesional: Los periodistas son gente (por lo general). Y bien saben que la tele engorda.
Personal: La exposición mediática no es para mí. Porque la tele engorda.
Cosmetológico: Un buen maquillaje arregla muchas cosas. Pero igual la tele engorda.
Musical setentoso: Todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina (TG!). Menos la tele, que engorda.
Psicológico: Cuando llenás el termo con yerba, necesitás una sesión de emergencia. Para decirle a tu analista que la tele engorda.
Final: ¡La tele engorda! ¿Quedó claro?

28.9.08

La primera persona

Acá.

23.9.08

Finalmente

15.9.08

Mandamientos de la alta cocina familiar

Cual Moisés guiando los pasos del pueblo hebreo, mi madre nos ha inculcado con notable perseverancia una serie de postulados que ya son parte de la sabiduría familiar implícita en cada uno de nuestros actos.
A pedido de A.C., que durante los últimos meses ha tenido más contacto que yo con la ancestral cultura culinaria familiar, le pongo letra a las tablas de la Ley que rigen –o deberían regir para eludir cualquier atisbo de herejía– nuestro desempeño en la cocina, lo que además prueba que los obsesivos no nacimos de un repollo.

1. No comerás carne recocida.
La cosa, aunque parece sencilla, no lo es. Según este mandamiento, toda pieza de carne debe ser cocinada con la técnica del sellado que la dora intensamente por fuera y la mantiene jugosa –roja– por dentro. Cualquier violación
de esta ley –un simple "¿no me la podrías cocinar un poquito más?"– es considerada como una mayúscula ofensa al buen gusto proveniente –of course– de una persona con escasa educación para las cuestiones de la buena mesa.
De cruzarse en el camino de mi madre alguna persona con estas características, no es raro que profiera expresiones como "suela", "carne hervida" o aun "no sabés comer" entre resoplidos y bufidos varios.
2. Hervirás el arroz durante 18 exactos minutos.
Este segundo mandamiento, según mi madre, encierra el secreto milenario del arroz a punto (al punto que le gusta a ella). Un minuto menos lo deja duro. Un minuto más y se revienta provocando una de las experiencias más frustrantes y desgarradoras que puede tener lugar en una cocina.
Por supuesto, el arroz paraboilizado –el que nunca se pasa, el que viene en bolsitas, el que saca de apuro a las amas de casa modernas– es veneno y está excluido de toda consideración.
Además, el execrable sujeto que ose gustar del arroz pastoso estará condenado al mayor de los desprecios, suerte de ostracismo sin retorno.
3. Hervirás los huevos durante 13 exactos minutos.
Para esta émula de Moisés que es mi progenitora, la comida es una experiencia estética. Por lo tanto, la yema de huevo duro con bordes grisáceos y centro amarillo pálido –que es como se presenta cuando el huevo ha sido hervido por demás– es inaceptable.
4. Jamás hervirás papas, pastas o arroz sin sal.
Cual sucede con las prohibiciones e interdictos de las antiguas prácticas religiosas, este mandamiento no es una simple imposición sino que esconde una razón práctica que mi madre explica de la siguiente –llana– manera: ¡Si no después les tenés que agregar un montón de sal por encima y siempre quedan sosos!, o de otra más compleja que tiene que ver con el proceso de hidratación de los alimentos durante la cocción.
5. La pastelería es una ciencia exacta.
Si bien el principio básico de la alta cocina es un taxativo "No improvisarás", cuando se trata de repostería y pastelería, las leyes de la química deben ser contempladas y respetadas al pie de la letra. Harina, huevos, azúcar o manteca pueden arruinar trágicamente una preparación tanto por exceso como por defecto. "No subió", "Se bajó", "Se desbordó", "Está inflada" no son expresiones relacionadas con la actividad sexual sino con los resultados de una poco precisa dosificación de los ingredientes.
6. Respetarás la logística de cocción del puchero.
Un puchero que se precie de tal y que permita gozar de una fuente en la que los componentes se diferencien con claridad requiere, como primer ingrediente, de un cronómetro. Y, como segundo, la dócil sumisión a los tiempos de cocimiento de papas, zanahorias, batatas, carnes y otros comestibles involucrados.
7. Rallarás el queso un minuto antes de ponerlo sobre la mesa.
¿A quién se le puede ocurrir arruinar una comida con queso rallado reseco? ¡Ni pensar en utilizar ese sucedáneo de queso que viene envasado en bolsitas!
La única alternativa que se acepta en este caso es el rallador a batería.
8. Comerás la pasta al dente.
Si el arroz reventado es ofensa, la pasta pegoteada es latrocinio. Nada de andar tirando el fideo contra los azulejos. La pasta, sea de la clase que sea, se prueba para evaluar el perfecto grado de resistencia a la mordida. Y el éxito de la cocción dependerá de la abundante cantidad de agua –correctamente salada, por supuesto, y en furioso hervor– en la que se echará el inminente manjar.
9. Comerás como un gallego.
No importa si el comensal no lo es, en la mesa familiar será mucho mejor considerado si no se deja impresionar por los rabos, morros y orejas de chancho –salado home made– que lo saludan desde una fuente. Si delira con la panceta ahumada, el chorizo candelario –la versión del chorizo colorado que se cocina–, las nabizas y el pulpo. Si aprecia una tortilla de papas bien hecha –la papa es un básico irremplazable– o las chauchas con papas cubiertas de aceite de oliva, ajo y pimentón.
10. No importa cuán bien lo hagas, siempre podrías haberlo hecho mejor.
Este mandamiento es el que justifica que la tradición se haya convertido en religión (and no further comments).

14.9.08

Resistiré

Yo sabía. Lo sabía como me sé mi número de documento.
Sabía que una vez que empezara, cada paso iba a ser un desafío.
Sabía que me esperaban momentos difíciles en los cuales tendría que probar mi templanza y mi fortaleza de espíritu.
Me imaginé unas cuantas situaciones atractivas, inspiradoras, osadas y hasta riesgosas. Ofrecimientos e invitaciones que mi zona fóbica declinaría con una sonrisa cortés.
Lo que nunca pensé fue iba a suceder tan –pero tan– rápido.
Y lo que jamás se me ocurrió fue que la primera oferta que tendría que declinar sería la de ¡inyectarme Botox®!

12.9.08

Fill in the blanks

“La realidad y la verdad siempre son construcciones complejas. Se hacen de muchas piezas, muchas miradas y muchas voces. La .......................... –una realidad incontestable– ha sido, desde siempre, narrada por una parte de los protagonistas y damnificados. Este libro aporta una pieza más, otras miradas y otras voces. Sobre todo, las voces que hasta ahora no se habían escuchado.”
Al darle forma a "..........................", la idea de Laura Cambra fue que ......................... contaran su historia. Por eso, los testimonios sumados a un pormenorizado y lúcido análisis de los hechos en su totalidad –sin perder nunca de vista un horizonte humano–, hacen de este libro una lectura imprescindible a la hora de asomarse a la comprensión de una situación compleja en la que el común denominador fue, es y será siempre el dolor.

Y, sí, éste es el texto de la contratapa. Antes que en cualquier otro lugar. Una verdadera primicia.

9.9.08

Historias de diván

Ayer aprobé los textos de cubierta.
Todo dentro de lo esperado: una minibiografía –que redactó mi editor por eso de que no puedo narrarme en tercera persona–, un fragmento del libro –unas cinco líneas bien seleccionadas– y un párrafo editorial.
Cortito y al pie.
Pero la cosa no terminó ahí. Las tapas de los libros tienen dos simpáticas aletitas. En una de ellas, figuran los antecedentes del autor. En la otra, por lo general, una lista de títulos recomendados del mismo sello.
¡Y yo tengo al licenciado Rolón en la solapa!

5.9.08

Limpieza de cutis

Después de unos cuantos meses trabajando, después de casi cincuenta mil palabras, después de rastrear diarios y revistas, expedientes, testimoniales y fallos. Después de negociaciones, contratos, expurgaciones y una inenarrable ansiedad. Después de haber imaginado, soñado y deseado... atravesé el punto de no retorno.
En este momento se llevan a cabo en la Argentina dos juicios orales que, a diario, ocupan tiempo y espacio en los medios de comunicación. La vida y sus mágicas sorpresas me plantearon el desafío de escribir sobre una de estas causas judiciales y me pusieron muy cerca de algunos de los actores principales.
Esa experiencia fascinante se transformó en un libro.
Ese libro le interesó a una editorial.
Esa editorial ya me mostró la prueba de imprenta y el boceto de la tapa porque la cosa viene vertiginosa y el objeto de marras estará en las librerías a principios de octubre.
Sentí que... ¡guau!...
Entonces vino el momento definitivo: me presentaron a la encargada de prensa.
Yo, que había dejado de escuchar cualquier otra cosa una vez que el editor dijo que el libro estaba muy bien escrito, apenas entendí palabras sueltas como "entrevistas", "televisión", "periodistas" y percibí, de lejos nomás, que una maquinaria muy ajena a mí ya estaba en marcha...
Durante la tarde cayeron dos o tres mails algo perturbadores en los que se leía "exclusiva", "adelanto", "primicia", cosas que pasé absolutamente de largo para refugiarme en la alta cocina y preparar una rica cena.
A la noche, de a poquito, las palabras sueltas empezaron a reconstruirse como oraciones simples. Way too simple sentences. Y luego fueron oraciones más complejas. Y, luego aún, impactantes párrafos.
Entonces me serví una generosa medida de vodka y empecé a revolver entre viejas agendas. No buscaba el teléfono de un antiguo psicoanalista para retomar una perdida conversación de diván, ni el de un ex amor con el que quisiera compartir la noticia. Sólo trataba, desesperada y ansiosa, de recuperar los datos de la mucho tiempo atrás olvidada cosmetóloga.

26.8.08

A contramano de las chapas

¿Seré yo o serán los demás? La pregunta no me da respiro. Y tampoco encuentro una respuesta mínimamente satisfactoria. Al final, termino elaborando una justificación –por cierto nada definitiva– en la cual, como siempre, soy yo la que anda a contramano del mundo.
Resulta que igual no me conforma porque yo soy la misma de siempre. Y entonces se me hace difícil entender por qué me miran distinto.
Un billete premiado de lotería no borra lo que uno es, no cambia lo que hacía hasta el día anterior. Ya sé, podemos discutirlo, pero en última instancia, un contrato laboral ventajoso –que es casi lo mismo que un billete premiado de lotería– no me transforma en joven, rubia, flaca y de ojos azules.
Mi ausencia de los últimos días tuvo que ver con eso: terminar un trabajo que verá la luz dentro de unas semanas y cuya primicia, por supuesto, estará acá y acá también (y quién sabe dónde más).
Ahora bien, los pocos comentarios que hice acerca de lo que se viene provocaron en mis interlocutores una fuerte reacción positiva que me hizo reflexionar –una vez más– acerca de lo que significan las "chapas".
¿Un cuadro vale más por el marco? ¿Un regalo por el envoltorio? ¿Un texto por sus citas? Podría decirse que, por el contrario, un marco ampuloso realza una obra mediocre, un packaging impactante esconde un presente menor y un texto plagado de citas encubre la poca elaboración personal o, lo que es casi peor, la inseguridad acerca de la propia palabra. Chapa, pura chapa.
Como si la superficialidad no fuese suficiente, hay que agregar que el peso de la chapa nos arrebata la libertad. Hay que cargar con eso, hay que responder a eso, no hay que salirse del marco, no hay que olvidarse los vaporosos papeles y los moños brillantes y, obligadamente, hay que tener a mano un repertorio de comillas que avalen cada una de nuestras palabras.
Yo no soy una "chapa" (aunque acepto que estoy algo más que medio chapa). Detrás de todas las etiquetas que se me puedan colocar estoy yo. Soy yo. Y eso es mucho más que cualquier etiqueta.

14.8.08

Ultimo momento

Este no es un blog abandonado.
Sólo un poquito postergado.
Estamos trabajando para restablecer el servicio a la brevedad.
Sepan disculpar la molestia momentánea.

3.8.08

Más Q que K

En el abecdario, K está indudablemente antes que Q. En la vida real, todo lo contrario. Es más, si hay excelente Q, ¿quién necesita K?
Y no estoy hablando de "los K", ¿o es que la única K que existe es la presidencial?

30.7.08

Confieso: he criado un monstruo

Tarde soleada. Madre manejando, hija sentada en el asiento del acompañante.
Hija (mirando el afiche de vía pública de la obra teatral "Closer"): ¡Qué truchos que son!
Madre (con tono superado): Sí, "Closer", como la película con Jude Law.
H: Y Julia Roberts...
M: ¿Y por qué truchos?
H: ¡Ay, ma! Se podrían haber gastado un poquito y traducir, ¿no?
M: Y... la verdad que sí. Igual, no me imagino a la Kloosterboer como otra cosa que como una heladera flaca así que no importa el nombre que le pongan, esa obra debe ser un bodrio.
H: Piedra africana.
M: ¿Piedra africana?
H: Sí, el otro día papá compró unas esculturas relindas de una piedra de Kenia.
M: ¿Y?
H: Fría y dura. Kloosterboer, igual piedra africana.
M: Ahhh... (risas).
H: Igual, la otra es peor.
M: ¿Araceli?
H: Sééé... (con voz de idiota) "Tener las cosas claras es no olvidarme de la chica de barrio que fui". A esa mina a la noche le deben poner una pajita en la oreja.
M: ¿...?
H: Ma... le ponen una pajita en la oreja y le chupan el cerebro.
M: Uhhh, al pobre tipo que le sorbe los sesos le deben pagar extra por el trabajo insalubre.
H: Fijate cómo quedó Suar... daño cerebral irreversible.

24.7.08

Al desnudo: Yo quiero ser Sienna Miller

Innegable: la chica es harto joven, harto bonita, harto exitosa. Nacida en New York en 1981 (más que harto, obscenamente joven), junto con su primer trabajo cinematográfico relevante –Alfie, 2004– le llegó también el amor, de la mano del coprotagonista del film, el irresistible Jude Law (cuya única law parecería ser la conquista). Luego vinieron otras películas: Layer cake, Crimen organizado, Casanova, Factory girl (en la que interpreta a una actriz porno y donde no se ahorró una sesión de sexo oral con el protagonista para "darle más realismo a la escena"). Y las aún no estrenadas en nuestro medio: Edge of love, Camille, The mysteries of Pittsburgh, Hippie, hippie shake, y G.I. Joe.
La relación con Law terminó cuando, como era de esperarse, la pobre Sienna encontró al incorregible "out-law" en flagrante delito con la niñera de los dos hijos del primer matrimonio del actor. Pero la chica no se quedó quieta.
Luego de una sucesión escándalo-lágrimas-portazo y "que se entere todo el mundo así saben bien quién sos", emprendió una intensa carrera de conquistas para ahogar el inenarrable despecho que a cualquier mujer –aunque se llame Sienna Miller– le causa el saberse portadora de mayúscula cornamenta. Entonces pasó p'al cuarto a toda una bombonería: Orlando Bloom –al igual que Jude Law, un infaltable en cualquier lista que se precie–, el eterno baby face Leonardo Di Caprio, el casi prócer Sean Penn, el músico de rock Jamie Burke y Josh Hartnett. Morigerada su pena, inició un noviazgo con Rhys Ifans, un hippie desaliñado en la poco memorable Notting Hills y un hippie desaliñado y con panza de cerveza en la vida real, a quien, según las primeras versiones, abandonó por haberse resistido a ponerse en forma para el casamiento y, según lo que confirmaron las recientes fotos que la devolvieron a las portadas de los tabloides, porque la pasaba bomba en Positano con Balthazar Getty, un frecuente visitante del reparto de varias series televisivas, actor con más apellido que otra cosa (bueh, no puedo asegurarlo, habría que preguntarle a Sienna) pero con una inocultable esposa y cuatro no menos inocultables hijos.
Ahora bien, yo no quiero ser Sienna Miller porque tiene ese cuerpo que, apenas adornado por una gorra de capitán de barco, acaba de dar la vuelta al mundo mostrando inequívocamente que la chica hace topless pero no nudismo. Tampoco despierta mi resentimiento el hecho de que haya puesto en su lugar a una enfant terrible –que no entiende que hace rato pasó los 30 y que bien podría capitular frente a la realidad– como Kate (a.k.a. brain dead) Moss. No me moviliza su candente diario de conquista con páginas dignas de la más vulgar, feroz y destructiva de las envidias. Ni siquiera es el hecho de que, con su actitud de comehombres, haya despertado una cacería de brujas que la tiene como premio mayor y que desnudó a por lo menos tres representantes de la especie ofídica hollywoodense: Courtney Cox (desdibujada desde sus días de Friends y los dos millones de dólares por capítulo, prueba de que el dinero no hace la felicidad), Rossana Arquette (de estrellato alicaído pero noble cuñada de la anterior) y Demi Moore (que, claro, dice que su estado físico tiene que ver con que sólo come comida cruda pero no menciona que se come a Ashton Kutcher). No. Lo que hace que yo desee con toda mi alma ser ella, lo que la transforma en una verdadera diosa a la que querría, por lo menos, parecerme es que haya dicho, muy suelta de cuerpo: "Yo no busco los escándalos, simplemente los atraigo. Cuando algo acontece, accidentalmente siempre estoy yo en el medio".

23.7.08

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas

16.7.08

Tribulaciones de la voz interior

Quien más, quien menos, todos tenemos una voz interior que a veces nos susurra tiernamente sugiriéndonos algún curso de acción no contemplado con anterioridad y otras profiere gritos destemplados de cerdo en proceso de faena. Por supuesto, la suavidad tiene que ver con nuestra disposición a la escucha y la protesta histérica y ruidosa, en cambio, con la constatación del dicho popular "no hay peor sordo que el que no quiere oír".
Esta convivencia dialógica es más o menos controlable, un poco por la costumbre y otro poco por la resignación, y la mayoría de las veces funciona como un recordatorio no solicitado de recomendados, permitidos y prohibidos que sólo en raras ocasiones coinciden con nuestros deseos e impulsos.
Este sistema de censura previa y subrepticia es vulgarmente conocido como "la voz de la conciencia" o "la conciencia" a secas.
El problema que me aqueja es que, a falta de una voz, yo tengo una multitud cuyos miembros se expresan libre e indiscriminadamente sin prestar la más mínima atención a la confusa cháchara que generan. Es decir que, más que conciencia, lo que yo tengo es una conciencia canónica (en su acepción de canon musical y no de canon eclesiástico, ¡faltaba más!) que, no conforme con su funcionamiento interior, hace frecuentes apariciones en mi vida de relación.
Por ejemplo, cuando escribo, toman la forma de esos incómodos paréntesis aclaratorios (ver líneas arriba) porque, además, esta laureada coral (no por los premios sino porque, en definitiva, habita dentro de Laura) goza de una envidiable instrucción que supera a la de su dueña (no, no, no... un momento, ¿quién dice dueña? ¿dueña de qué?) y no se conforma con la categoría secundaria de nota al pie (¿con numerito incluido?). Ni hablar cuando pienso y vociferan opiniones encontradas que empañan mi (escasa e infrecuente) (¿ven?, son ellas acotando) claridad.
Sin embargo, cuando la cosa se pone fea de verdad es cuando mis niñas cantoras no tienen mejor ocurrencia que manifestarse enérgicamente mientras yo hablo con alguien y las insidiosas refutan con grititos agudos a las conciliadoras, sin importarles que yo, en medio de semejante batahola interna, trato de seguir el hilo de la conversación y mi expresión se hace merecedora de un "me gustas cuando callas porque estás como ausente" (ya tenías que ponerte intelectual y citar a Neruda).
Lo cierto es que lo que a los demás les parece una inusual capacidad para ponerme en los zapatos de otro sólo es (lamentable realidad) el efecto de la esquizofrénica multitud que me habita. Que la expresión de ausencia no es índice de reflexiva languidez sino el denodado esfuerzo por sostener una línea de pensamiento (línea y pensamiento en la misma frase... humm, lo tuyo es cuando menos presuntuoso). Que el silencio no implica compromiso con mi eventual interlocutor sino la imposibilidad de sustraerme a la mordacidad (inteligencia, querida, eso en mi barrio se llama inteligencia) de mis pobladoras interiores.
Y, claro, lo que sugiere una elogiable actitud "hacia afuera" es, malgré moi, la sumisión "hacia adentro".
"Las chicas" (como ellas mismas han dado en llamarse) son, por lejos, más vivaces, osadas y punzantes que su anfitriona (o sea yo). Pugnan para que sus declaraciones vean la luz y suenen en mi voz. Persisten en su vocación combativa. Y me intimidan a tal punto que, en ocasiones, tengo ganas de abandonar mi habitual actitud zen para gritarles de manera desaforada, cual presidenta depuesta viviendo en el acogedor exilio español: ¡No me atosiguéis!

9.7.08

El roñosito

El roñosito es un tipo confundido. Sus modelos son el "Corcho" Rodríguez, Ricardo Arjona, Pablo Echarri y Osvaldo Laport (en sus protagónicos como Catriel o Amador Heredia, por supuesto).
Pero cree que para ser un winner como el "Corcho" no se tiene que bañar. Para tener la piel satinada de Laport tiene que jugar un partido de fútbol antes de cada cita. Para llevar al éxtasis a miles de mujeres como Arjona –que, insisto, no me gusta– tiene que usar una camisa arrugada y desabotonada hasta la mitad del pecho y el pantalón de jean deshilachado. Y para arrancar femeninos suspiros orgásmicos con su barba de tres días al estilo Pablo Echarri, basta con huir de la afeitadora durante tres días.
Es que el roñosito no distingue una camisa blanca arrugada de una camisa sudada que alguna vez fue blanca; un pantalón estratégicamente sobado de uno que ya camina solo; la piel perlada y sedosa, del liso y llano sudor tendiendo a "chivo"; un mocasín de una canoa; el efecto "barba de tres días" del horror desparejo y pelusiento de una verdadera barba de tres días.
Piensa, en cambio, que su aversión al jabón, la esponja y el saludable baño diario le dan un irresistible look décontracté (perdón por la ensalada lingüística, pero este tipo se merece el esfuerzo de producción).
Además, o padece una irreversible atrofia del sentido del olfato o está convencido de que una buena rociada con Axe le provee inmunidad o, en el mejor de los casos, malgasta un buen perfume que nunca alcanza para tapar efluvios desagradables.
Con la orgullosa testa engrasada se pasea muy orondo desparramando sus encantos por doquier sin entender que el cabello limpio y mojado tiene movimiento y es muy diferente a la peluca tiesa y seborreica que protege sus ideas (más que protegerlas, las impermeabiliza).
Cuando tiene la malhadada idea de usar ropa de colores oscuros, sus hombros y solapas denuncian la presencia del pityrosporum ovale al que una temporadita de Head&Shoulders no le vendría nada mal.
Sin entrar en intimidades –es posible imaginar lo de adentro viendo lo de afuera–, es el típico ejemplar al cual, antes de cualquier avance, se lo invita a una ducha, compartida por supuesto, cosa de asegurarse de que la buena refregada que necesita tenga lugar bajo el agua.
En su variante más extrema, al roñosito ya ni siquiera le preocupan los íconos que encarnan el deseo femenino y entonces estamos frente al hippie quien, además de cumplir al pie de la letra con todos los no-rituales mencionados, olvida que las uñas, tanto de las manos como de los pies, merecen periódica atención, entonces anda por la vida con garras de homínido que convencerían a cualquier arqueólogo de que se encuentra frente al eslabón perdido.
Lo cierto es que, de una manera o de otra, este hombre tiene fecha de vencimiento en la vida de cualquier mujer porque, a la hora de la verdad, a nadie le gusta andar lidiando con la mugre ajena. Y si bien es innegable que billetera mata a galán, también lo es que, más allá de lo galán que sea o de la billetera que tenga, no hay deseo que resista a un roñosito.

7.7.08

Vergüenza debería darnos

A veces, cuando los sucesos se apelotonan y generan un clima cambiante, es necesario detenerse y hacer un resumen que permita tener una perspectiva más ajustada de la situación, en algunas ocasiones hacer una evaluación de los daños y, en otras, operar como el "pase en limpio" de un sorprendente borrador. En mi caprichosa enumeración hay para todos porque la realidad no es amiga de la dicotomía "buenos" y "malos", y las cosas no siempre son "blancas" o "negras".

Este es mi resumen:

  • La titular del Poder Ejecutivo toma una medida, digamos, "original".
  • Cuatro tipos que en condiciones normales no compartirían ni un café parecen hermanos separados al nacer y, reunidos por el rostro hereje de la necesidad, convocan a la movilización a sus representados iniciando lo que, desde el oficialismo, se dio en llamar el "lock-out patronal".
  • Una gran parte de la población es oligarca (no sé cómo se conjuga "muchos" con "oligarcas", pero así es) y a todos les sobran ollas así que de a ratos salen a golpearlas a las calles en apoyo a los "patrones".
  • Un puñado de proletarios que ganan fortunas copan la Plaza de Mayo junto con ministros y ex funcionarios y dan un espectáculo difícil de entender en el cual expulsan a las hordas oligarcas de tan significativo lugar.
  • Los cuatro hermanos separados al nacer se asocian con un ex presidente y un multimedio para conspirar contra la democracia (líder social dixit).
  • Otro ex presidente, adalid de los derechos humanos y enemigo acérrimo de las fuerzas armadas (hoy no le puede pedir a las fuerzas de seguridad ni que le cuiden la bici del jardinero de Olivos), pide la "rendición incondicional" del sector que lideran los cuatro hermanos Cartwright (¿se acuerdan de Bonanza?).
  • Un líder social (?) fundamentalista invita a los defensores de la democracia a armarse para defenderla de los sediciosos (sic).
  • El vicepresidente se despega de la situación y, en flagrante rebelión, incita al Senado a sesionar (¿es que el Honorable Senado de la Nación debe ser invitado a hacer el trabajo para el que fue designado?) ganándose de inmediato un pasaje al infierno o, lo que es peor, al ostracismo político.
  • Los medios de comunicación hacen todo lo posible para que los ciudadanos muramos intoxicados de versiones y dichos.
  • La mitad de la población termina enfrentada con la otra mitad con consignas tan anacrónicas como "Patria sí, colonia no".
  • Se tira la leche (algunos dicen que para la foto).
  • Cuando el mundo entero pide a gritos alimentos (y los paga), por h o por b, nosotros decidimos pelearnos y meternos los granos en el... silo-bolsa.
  • Un "gringo'e las chacras" se transforma en el Gandhi autóctono.
  • Algunos peronistas miran el cielo y calculan adónde va a empezar a calentar el sol desde mañana.
  • Los sindicalistas son peronistas (ergo, les vale la afirmación anterior).
  • El consorte de la Primera Mandataria, cual titiritero experimentado, maneja hilos con increíble habilidad para empantanarse cada vez más y, como no tiene 4x4 porque eso es de chacareros oligarcas, arrastra consigo todo lo que se le cruza, inclusive a aquellos que le tienden el cable para una salida digna.
  • El tensiómetro alcanza niveles peligrosos cuando, en fecha patria, la multitud oligárquica concurre en masa al acto marginal convocado por los chicos de Bonanza.
  • La población entera se transforma en "sojóloga".
  • No hay combustibles, no hay alimentos, no hay medicinas.
  • El Gobierno condiciona la continuidad del diálogo al levantamiento de las medidas de fuerza o paro agrario o lock-out patronal o como quieran llamarle.
  • Los "autoconvocados" no responden a los Cartwright y permanecen en las rutas.
  • En un gesto destinado a aflojar las tensiones, la Primera Dam..., perdón, Primera Mandataria, envía la resolución retencionista al Congreso de la Nación (y ahora, vayan a cantarle a Gardel).
  • Todos empiezan a cantarle a Gardel desde las carpas y carpitas, con visitas y reuniones a los legisladores, cosa de sumar voluntades para uno u otro sector.
  • El "gringo'e las chacras" alcanza categoría de chamán y practica la bilocación predicada por los maestros pitagóricos: es visto en las rutas y en las inmediaciones del Congreso.
  • Tras diez días de intenso trabajo –¿o será que simplemente hicieron lo que debían hacer?– de las comisiones parlamentarias tiene lugar un debate maratónico en el cual, por peras o por manzanas, el oficialismo logra la aprobación de la resolución retencionista con cambios de último momento (en el texto a considerar y en las voluntades de los legisladores), definiciones poco claras (ídem anterior) y un notable grado de imprevisibilidad (sí, también, ídem anterior).
  • El Congreso ¡funciona!
  • El resultado de la votación es coronado por una lluvia de papelitos, cual victoria futbolera y, como lo impone el deporte nacional, "no importa por cuánto ganamos, lo importante es que ganamos" de un lado y "ganadores morales" del otro.
  • Nadie sabe cuánto costarán las horas extra de los diputados de la Nación.
  • Una dirigente apocalíptica –ex candidata a la Presidencia– da una nueva versión bíblica del futuro (confirmado: tendremos que esperar a morir para obtener la salvación).
  • Ahora, además de oligarcas y patrones, hay traidores.
  • Los Cartwright planean una nueva reunión de la mesa de enlace (¿le habrán puesto así en honor a eso de los "matrimonios por conveniencia"?) y renuevan sus esfuerzos para "operar" a los Senadores. Por supuesto, si de "operar" se trata, el oficialismo también despliega sus habilidades quirúrgicas.
  • El martes 8 de julio, en vísperas de una nueva fecha patria, comenzará el tratamiento de la resolución en la Cámara Alta.

Vergüenza debería darnos.


5.7.08

El mejor ataque, una buena defensa

Cuando una mujer ve que en el horizonte comienza a dibujarse el perfil de una jauría tiene que actuar con precisión estratégica.
Su primera acción debe ser evaluar las ecuaciones que surgen de ponderar los posibles escenarios que se configurarán en las distintas etapas de aproximación de los desaforados caninos en relación con las posibles respuestas al avance.
A saber:

Etapa inicial
1. Galgos lejanos vs. respuesta presunta "no way".
2. Galgos lejanos vs. respuesta presunta "one shot... maybe".
3. Galgos lejanos vs. respuesta presunta "absolutely yes".

Para el caso 1 se impone un rociado masivo con flit con el objeto de cortar el avance y despejar el campo de acción con la mayor celeridad.
Para el caso 2 es aconsejable permitir el pase a la siguiente etapa sin perder de vista las señales –aun las mínimas– que puedan ayudar a visualizar, con algún grado de certeza, la respuesta final.
Para el caso 3, lo aconsejado es una correcta ponderación de urgencias manifiestas y su relación con la posibilidad de una retirada inesperada de la jauría por enfriamiento. En este punto tienen vital importancia la intuición y el sentido de la oportunidad que permitirán apresurar o dilatar procesos en función de evitar efectos no deseados.

Etapa intermedia
1. Galgos a media distancia vs. respuesta presunta "no way".
2. Galgos a media distancia vs. respuesta presunta "one shot... maybe".
3. Galgos a media distancia vs. respuesta presunta "absolutely yes".

Para el caso 1 de esta etapa es importante diferenciar el momento de definición de la respuesta. Si ésta hubiese estado definida en la etapa anterior, lo único que se puede decir es: "Nena, ¿por qué no hiciste el rebaje a tiempo?". Si, en cambio, el "no" es un descubrimiento reciente, remitirse a la recomendación para el punto 1 de la primera etapa.
Para el caso 2, con los perros acercándose a velocidad de crucero, se impone una evaluación de la ecuación riesgo/beneficio de sostener la indecisión hasta el punto de no retorno.
Para el caso 3, por el contrario, lo que se impone es la evaluación de la ecuación riesgo/beneficio, en esa oportunidad orientada a la ponderación del efecto de enfriamiento no deseado.

Etapa final
1. Galgos peligrosamente cerca vs. respuesta presunta "no way".
2. Galgos peligrosamente cerca vs. respuesta presunta "one shot... maybe".
3. Galgos peligrosamente cerca vs. respuesta presunta "absolutely yes".

Para el caso 1, frente a un "no way", a esta altura del campeonato lo único que cabe es el consabido: "¿Nadie te explicó que, llegado este punto, o clavás los frenos y dejás media cubierta en la ruta o mordés la banquina y volcás como la mejor?".
El caso 2 requiere rapidez de reflejos no ya para eludir el bulto (sic) sino para enfrentarlo con hidalguía y tener clarísimo cuál va a ser la puerta de salida, vía de escape necesaria una vez concretado el disparo único de marras.
En el caso 3, aplauso, medalla y beso para la continencia tántrica y, finalizada la premiación, trofeo en mano, "relax&enjoy".

Algunos postulados a tener en cuenta
Ley del arrugue a la hora de los bifes: El nivel de histeria es directamente proporcional al permiso de avance –o la no intervención para detenerlo– con conocimiento previo de respuesta negativa.
Ley de la torta apelmazada: El nivel de ansiedad, con conocimiento previo de respuesta afirmativa, es directamente proporcional a la compulsión a saltear etapas (con riesgo inminente de que, cual bizcochuelo en el horno, la preparación se estropee por arrebato).
Teoría de la lástima: El nivel de compasión es inversamente proporcional a la velocidad de acceso al freezer.
Teoría del ataque sorpresa: La velocidad de los galgos es directamente proporcional a la energía requerida para disuadirlos.
Axioma del "no way": Toda mujer sabe a la perfección, desde el instante mismo en que pisa el galgódromo, si su respuesta será "no lo toco ni con un chorro de soda" (lo demás, es verso).
Postulado de Perogrullo: Los perros se cansan.

3.7.08

Padre y madre de regreso

Padre y madre, después de unos cuantos años de vivir en la otra orilla, deciden, un buen día y sin anestesia, volver a los pagos natales. Con impulso y energía que yo hubiese envidiado a mis veinte –ni que hablar ahora–, empacan, liquidan, embarcan y, muy de cuerpito gentil, aterrizan.
Pero claro, impulso y energía implican también cierta imprevisión, cierta inconciencia porque, ¿dónde aterrizar?
Con valijas y petates que eligieron, literalmente, no embarcar, irrumpen entonces en medio de la mudanza de mi hermana, mi cuñado y los melli abonando con su desorden un terreno justificadamente desordenado. Cual caravana de Kusturica –alegres, coloridos, ruidosos y, por qué no, bizarros– se asientan en la morada provisoria de hija-del-medio (que hasta hoy está preguntándose por qué diablos se quejaba cuando era la abandonada "del medio") y empiezan a buscar su propia residencia.
Por supuesto, las cosas no salen como esperaban. Sin mencionar las alternativas locales y coyunturales, que imponen al mercado de las propiedades un ritmo imprevisible, padre cae en cama con dolor de espalda y se ve impedido de recorrer probables destinos de la mano de agentes inmobiliarios variopintos.
En el interín, hija-del-medio y familia concretan el traslado al domicilio definitivo. Y ahí van todos, nuevamente, con la vida en el canasto.
Estando hija-mayor (yo) tapada de obligaciones y ausente con aviso pero sin olvido ni perdón, e hijo-menor embarcado en sus propias tribulaciones, hija-del-medio se hace cargo del rol protagónico de la tragicomedia en varios actos.
El lunes pasado, al borde de padecer una crisis neurasténica terminal, hija-del-medio, que parece estar cursando un master en mudanzas, me llamó vía móvil porque aún no tenía teléfono en su recién estrenado hogar:
–Padre me preocupa. Tendría que ir al médico, dijo con su habitual tono moderado.
–Y... la verdad es que ya son muchos días con dolor de espalda, respondí imitando su registro de mesura.
–Sí, pero hasta ahora no quería. Anoche, por lo menos, aceptó. Así que mañana va a visitar al doctor XX.
–Me alegro. Igual, tendríamos que asegurarnos de que le transmitan la realidad.
–Bueno, la realidad es que dice que siente que le están clavando un puñal, no se levanta ni para comer y yo creo que tanta cama le hace peor, no hace más que quejarse y lamentarse de haber decidido volver acá. ¡Una verdadera fiesta! Falta el papel picado y los chizitos.
–Sí, pero ya lo conocemos y cuando llegue al consultorio va a tratar de impresionar con su maravilloso estado, maravillosa salud, maravillosa manera de llevar los años. Y su no-colesterol y su energía y su espíritu inclaudicable. Siempre es el más sano del hospital.
–¡Ay, Dios! ¡Tenés razón! ¡Claro, él va y dice lo impecable que es su estado y el tipo termina preguntándose ¿para qué habrá venido este buen señor? El más sano del hospital y el más enfermo de la casa... porque acá no se priva de nada.
–Será cuestión de instruir a madre con una listita de lo que tiene relevancia para el médico además del dolor de espalda: la mudanza reciente, la arritmia, los trastornos digestivos, la depre, toda la medicación que toma por indicación del doctor y por indicación de madre, que siempre tiene a mano algo para lo que sea. No cuentan nada de eso y el tipo capaz que le receta algo que le hace bien para la espalda y mal para todo lo demás y después... ¡ay, mirá, mejor no sigo pensando porque me enerva! Y anotale también que le pregunten qué cama tienen que tener. Y amenazala con cualquier desgracia que sucederá si no sigue las instrucciones al pie de la letra (y paré porque ya me estaba transformando en una delegada de la Santa Inquisición).
–¿No será mucho? (mi hermana siempre tan cuidadosa) Madre dijo que quiere una cama dura, con elástico de madera y colchón también duro.
–¿Una cama de tortura?
–Ella dijo eso.
–Ella, antes de decir y decidir y dar por hecho, tendría que preguntarle a los que saben. A mí, que tampoco sé nada, me suena más una cama de resortes, sommier y colchón duros pero nada de tablas. ¿Sigue tomando la codeína?
–Sí, sigue, y madre también, aunque les dijeron que acá no se receta y que tiene efecto adictivo.
–Habría que sacársela, ¿no?
–No, ya se les está por acabar y no van a tener donde comprar porque acá no hay.
–¿Les dará síndrome de abstinencia?
–¡Ay, no sé, mirá... parecen Dr. House con el Vicodin!


(Este aquelarre se comunica con Movistar)


28.6.08

Algo sobre Twitter

Gracias a la osadía de Humberto que me invitó a escribir sobre el tema, algo de lo que pienso sobre Twitter está acá.


25.6.08

El friolento

El friolento es el clásico tipo que cuando se tiene que meter al mar, en vez de zambullirse bajo una ola cual héroe de Baywatch, elige probar la temperatura del agua con la punta del pie y entrar despacito, de a poquito. En la vida le pasa lo mismo: cuando llega la hora del piletazo, lejos de ensayar una entrada triunfal, prefiere bajar la escalerita y que se le ponga la piel de gallina, sobre todo cuando el agua le llega a la altura de los genitales.
En lo que hace a las mujeres, no importa si se miente a sí mismo diciendo que es precavido –palabra de viejo si las hay–, si se cubre con una armadura de justificaciones del tipo contradicción interna como "apuesto sobre seguro" –¿"apuesta" y "seguro" en una misma frase?– o, peor, "vayamos paso a paso" o la ridículamente banal "estamos conociéndonos", más apta para una aspirante a felino con exposición catódica que para un señor hecho y derecho.
El friolento es, en el fondo, un cobarde.
En su cabeza, cuando está solo o imagina sus próximos avances, es casi un galán hollywoodense de las décadas del 40 y 50; uno de esos héroes recios que en la intimidad dejaban al desnudo con sublime pudor un romanticismo irresistible. Porque, convengamos, para una mujer hay pocas cosas más irresistibles que un recio-romántico: pocas palabras, mucha mirada y el gesto exacto en el momento justo.
Por fuera, este modelo de hombre, en cambio, es pura inminencia. Siempre está por tomar la inciativa, siempre está por dar "ese" beso, siempre está por dejar salir el tigre que tiene adentro... pero no se anima. Y si bien ese estilo prometedor e insinuante genera en la mujer una expectativa en la cual la tensión sexual sube y sube, cuando la concreción no llega o se posterga, la cosa se desinfla de manera irremediable.
Lo peor de todo es que cualquier mujer que tenga frente a sí un friolento no puede dejar de advertir el volcán pasional que él transmite a través de sus ojos. Es que la mirada de un friolento refleja pasión contenida –la mejor pasión, la pasión medio histericona– y expresa, sin dudas, lo que él ha imaginado con tanto fervor. Pero lo que nunca llega –o se posterga indefinidamente– es ese "gesto exacto en el momento justo" que tanto promete y alimenta con sus actitudes.
Es que en el fondo del alma de un friolento, siempre está –y opera como realidad– la imagen de la pileta vacía. Y el peor problema que enfrenta es que, mientras él considera la existencia o no del agua, la ecuación entre temperatura ambiente y temperatura del líquido, las condiciones de viento y humedad, siempre llega un temerario que se tira a la pileta y le da una alegría a la mujer que, a punto de caramelo y cansada de emitir señales desoídas, se echa en los brazos del recién llegado sin el más mínimo remordimiento.

18.6.08

Cuando las personas no se escuchan

Desde que tengo memoria, cualquier ocasión en que mi familia se reunía era motivo para un debate. La mesa, una tribuna. El tono siempre encendido.
Mi padre, hábil argumentador, y mi madre, que solía –aún suele– naufragar en la esgrima verbal apasionada, se embarcaban en discusiones que invariablemente tenían que ver con dos de los temas menos recomendables desde el punto de vista del protocolo social: política y fútbol. De los dos restantes, la religión no era parte de la agenda; y el dinero representaba apenas un medio necesario para conseguir cierto confort.
Si se trataba de fútbol, para el 66, el equipo de José –y de Ricardo, mi papá–, la Academia, coronaba una campaña brillante con el campeonato mundial mientras que el de mi mamá, el glorioso River Plate de mis desvelos, todavía tendría que ser objeto de las burlas contrarias y esperar unos cuantos años para festejar un campeonato.
En lo que hace a política, crecí, acostumbrada a las polémicas, consciente desde la más tierna infancia de las diferencias que separaban a los peronistas –dicho con tonito despectivo– de los radicales –sólo ocasionalmente llamados por su nombre y con frecuencia tildados de "gorilas" o, en el mejor de los casos de "contreras"– y del tinte ideológico de los diarios (en casa siempre se compró más de uno porque había que conformar a las dos partes) que, la verdad sea dicha, en algunos casos iba virando según los vientos.
Aunque no entendía por qué mis viejos se reían a carcajadas –rara vez los dos al mismo tiempo– de ese señor vestido de frac que, con un puro entre sus dedos, hablaba a una velocidad increíble de cosas que a mí me resultaban absolutamente oscuras, o mantenía supuestas conversaciones telefónicas –a la manera de un moderno asesor– con quien, después supe, era el presidente de turno, Tato fue el invitado de honor de todos los domingos a la noche, una suerte de tercero en discordia que no admitía preferencias ni brindaba consoladoras palmaditas en el hombro de ninguno de mis progenitores y que, como nadie, eludía los vericuetos de la casi siempre presente censura.
Más tarde, cuando llegaron los progamas "políticos", también me hice abonada gracias no a mi comprensión de los temas sino a mi inclaudicable esencia de "nenita de televisor".
Recuerdo la desbordante alegría de mi madre festejando el triunfo de la fórmula Illia-Perette perteneciente al partido de sus amores mientras mi padre, taciturno, paseaba su tristeza por los rincones. De esa misma época es mi recuerdo de haber escuchado por primera vez las palabras proscripto y proscripción. En cambio, Perón y Evita llegaron a mi vida mucho más tarde porque en ese momento era aconsejable no nombrarlos.
En el discurrir de los años entendí, no sin dificultad, que a veces el que estaba contento era mi papá y que, sin dudas, llegaría el momento en que la que estuviera radiante fuese mi mamá. Y lo realmente valioso es que el tener que verse las caras todos los días los transformó en adversarios conscientes de la provisoriedad de los festejos, seguros de que la celebración propia no era a costa de la humillación ajena, y de que el vencedor de hoy sería el vencido de la próxima ronda.
Hoy agradezco que no me haya tocado un hogar en el cual las etapas de euforia compartida dejaban lugar a otras de sombrío resentimiento mascullado al unísono.
Con el tiempo accedí a las discusiones, más atravesada por la pasión peronista –que ya no era mala palabra– que por la democrática tradición radical. Hoy viene a mi memoria cierto inocultable orgullo de mi padre mientras, animándome a polemizar, entrenándome para la confrontación, me desafiaba a que argumentara: "Convenceme de que tenés razón. Vamos, convenceme".
Si bien las peleas eran ásperas, la vajilla nunca perdió su lugar en la mesa y nunca presencié más que las rispideces del tajante disenso. De hecho, después de más de cincuenta años, mis padres aún piensan distinto y aún siguen juntos.
Tal vez esa convivencia sin acuerdos pero con respeto sea la razón por la cual durante todos estos días me lastimó la incomprensión, la sordera, la descalificación y la aparentemente ineludible compulsión a alinearse de una vereda o de la otra. Tal vez por eso me cuesta entender los enfrentamientos en los cuales el autoritarismo, la amenaza y la intimidación se imponen a la razón. Tal vez por eso, entiendo la democracia como la posibilidad valiosa e irreemplazable de vivir en la diferencia. Tal vez por eso, en contraposición a la costumbre heredada y alimentada por mi familia, elegí el silencio.
Es que, desde mi experiencia, cuando las personas no acuerdan no está todo mal. Cuando de verdad está todo mal es cuando las personas no se escuchan.

13.6.08

Media pila

Esto de andar vagoneteando por blogs ajenos me ha puesto en estado de pereza absoluta. Cada mañana, mi vocecita interior autoritaria y culpógena me despierta con órdenes y recriminaciones varias: que no estuve escribiendo para los blogs, que qué me pienso yo que son los lectores, que siempre la misma inconstante y desaprensiva, que para cuándo voy a madurar y ponerme a trabajar como corresponde... y toda esa cantinela aburrida pero penetrante como un taladro eléctrico que va dejando mi cabeza cual queso emmenthal bien estacionado (¿queda claro que no puedo dejar de pensar en términos de placer?).
Para colmo de males, se me ha dado por tener la casa perfumada y por escuchar musica apaciguante. Si a eso le sumo el gin tonic o la copa de malbec de las siete de la tarde, experiencias dionisíacas que alimentan mi temperamento naturalmente inclinado al dolce far niente, cualquier actividad relacionada –aun de manera lejana– con el trabajo se diluye en vahos de eso que los franceses han llamado, con inigualable sabiduría y sutil musicalidad, nonchalance.
Y dado que, además, tengo un enorme poder de sordera volitiva, eludo de manera sistemática la lucha sin cuartel que me tiene como campo de batalla; una pelea en la cual mis dos voces, respondiendo cada cual a su esencia de mesura o desmesura, tratan de imponer sus perspectivas de la vida.
Pero como no todo es autodeterminación, aquí estoy. A media máquina, con la –apenas– media pila que se necesita para escribir medio post que suene medio como a excusa.

7.6.08

Invitada

Por gentileza de Federico Aikawa he sido invitada a ventilar mis desatinos acá.
Incorregible como soy, escribí un post para publicar en cinco entregas consecutivas.
Visiten y disfruten.

3.6.08

Nosotros, todos, ellos, nadie

Palabras que se utilizan a diario y que, de un modo a veces inadvertido, segmentan, unen, delimitan, excluyen, juntan, separan, incluyen. Que nos atan unos a otros en grupos a los que pertenecemos o en totalidades de las que no podemos escapar. Que nos obligan a tomar posición de un lado u otro o, lo que es más curioso aún, cuando implican la adhesión a posiciones extremas que no compartimos, nos dejan en un limbo extraño, ajeno y que suele parecernos solitario.

Nosotros no somos ellos. Nosotros podemos ser una multitud que remite a todos los individuos existentes o a apenas dos: vos y yo. Nosotros puede incluir a quien escucha pero también puede excluirlo dejándolo reducido a la soledad o diluido en un ustedes casi despectivo. Nosotros puede marcar el límite entre un acá aceptado y valorado, y un allá que no nos atañe o que, incluso, nos disgusta.

Ellos son los otros. Los que no caben en el nosotros. Los que están en otra vereda. Aquellos, los diferentes, que ocupan el espacio tras la imaginaria línea de división que nos discrimina. Y aunque ellos sean los vecinos –un prójimo próximo– o los hermanos, claramente no son nosotros y se nos hace difícil, cuando no imposible o impensable, estrecharlos en un abrazo.

Todos somos nosotros y ellos. Pero no siempre es tan así. Porque con frecuencia, todos es casi lo mismo que nadie y lo que es de todos no es de nadie. O el todo es más que la suma de las partes. O entre todos no hacemos uno. Y en el revoltijo de la generalización, todos no quiere decir rigurosamente todos.

Nadie, que a simple vista parecería ser ninguno, una ausencia de cuerpo, un espacio vacante, la mayoría de las veces, sin embargo, es alguien y tiene un nombre que no queremos pronunciar o hace referencia a una persona a la que conviene mantener en el aséptico anonimato que provee el nadie. Nadie es la palabra que recuerda la astucia de Ulises frente al cíclope. Es, también, la abolición del yo, del tú, del ellos y hasta del escurridizo nosotros (que quién sabe quiénes seremos). No hay nadie niega doblemente porque si hubiera nadie sugeriría presencia y si no hubiese alguien implicaría ambigüedad.

El caso es que, sin dudas, nosotros, ellos, todos y nadie son palabras difusas. Baste pensar en un funcionario público que durante una alocución dice "nosotros".
¿De quiénes habla? ¿Cuántos de los círculos concéntricos de la sociedad está mencionando en ese pronombre personal? ¿La totalidad de los estamentos sociales, la totalidad de los ciudadanos, el conjunto de personas que conforman el auditorio, aquellos que con su voto lo llevaron al podio desde el cual está hablando, el grupo más o menos numeroso de personas que –aunque no lo votaron– comparten su visión, el grupo de personas que lo acompañan en la función pública, el puñado de personas que han tenido acceso al atril desde el cual emite su mensaje, su familia y amigos?

Es bastante común que, al comenzar sus funciones, los mandatarios presidenciales –sobre todo en la Argentina– digan nosotros y se estén refiriendo a la gran mayoría, una suerte de todos. O casi. También es bastante común que, al avanzar la gestión, ese nosotros remita cada vez a menos personas mientras que el ellos se agiganta y amenaza. Algunos lo llaman "caída de la imagen positiva". Otros, "la soledad del poder". Lo cierto es que, cuando se trata de nosotros, ellos o todos, nadie sabe muy bien de qué está hablando.

28.5.08

Passion Quilt

Marta Repupilli me mandó un meme: una imagen que represente lo que yo quiera mostrar, transmitir o enseñar. Y aquí está. Mi pasión son las palabras. Soy mujer de palabras. Soy palabras. Me encantaría que todos los que leen este meme piensen, aunque no necesiten publicarla, en una imagen que los represente.

Tirá la cadena

Las cadenas de e-mails:
• Te hacen perder tu precioso tiempo en pavadas que, además, le harán perder su precioso tiempo a la gente que apreciás.
• Casi nunca tienen un autor que se haga responsable de lo que allí está escrito.
• Lastiman tu fino sentido auditivo con musiquitas babosas estilo Kenny G.
• Te muestran lugares maravillosos a los que nunca vas a poder ir o te condenan a imágenes horribles que, además, se ven totalmente pixeladas.
• Te ofrecen mensajes que son impracticables, sobre todo cuando tus preocupaciones pasan por pagar las cuentas, darle de comer a tus hijos y ver cómo llegás a fin de mes con más de dos pesos en el bolsillo.
• Pretenden transmitir la palabra divina encarnada de mendigos, mecánicos de automóviles, ancianos desvalidos o personas misteriosas; ilusionarte con mensajes de optimismo simplista, rescate de supuestos valores consensuados como esenciales, golpes bajos, enfermedades súbita e inexplicablemente superadas, milagros, poderes ocultos de los objetos, mantras, etc.
• Te prometen la felicidad instantánea y milagrosa si y sólo si castigás a tus mejores amigos con el mismo documento incentivando la Ley del Talión (llevás una cuenta estricta de quiénes son los que cada día te mandan uno de esos presentes griegos y los ponés primeros en la lista de fwd o hasta tenés armado un grupo con la lista de insufribles) y la competencia desleal (¿o nunca te pasó de reenviarlo rápido porque si otro lo reenvía antes te quedás sin contactos para torturar?).
• Te intimidan y amenazan de manera eficaz.
• Si la seguís, te quedás con la sensación de que le creaste un problema a un montón de gente que, poco a poco, empezará a considerarte un indeseable.
• Si la cortás, no podrás evitar temer que la próxima vez que salgas a la calle vayas a pisar una cáscara de banana, caerte de traste y patinar sobre tus glúteos por la vereda hasta detenerte bajo de un colectivo que te dejará cuadripléjico a no ser que tu secretaria, sin que vos lo supieras, hubiese reenviado el e-mail y, entonces, serás cuadripléjico pero millonario en euros y dedicarás el resto de tu vida a reenviar cadenas de mails.
• Al final, si te queda un resto de dignidad, algo de bondad genuina y sentido de protección de tus seres queridos, terminás mandándoselas a tus peores enemigos, cumpliendo así con el plan maestro para sembrar el odio universal que se esconde tras esos aparentemente inocentes pps.

27.5.08

Not in the mood

Just silent but still here.
Anything else?
I'll be back (A.S. dixit).

Contra mi costumbre, debo reconocer que no hay otro idioma para el
feeling blue.

20.5.08

Cuestión de género

  • Si una mujer es brillante en su desempeño profesional, es porque compite con los hombres. Si un hombre es brillante en su desempeño profesional es porque es un profesional sobresaliente.
  • Si una mujer declara detestar los quehaceres domésticos, es una pésima ama de casa, madre sospechosamente desamorada y no califica para esposa. Si un hombre declara detestar los quehaceres domésticos, los amigos y conocidos le aconsejan que se consiga una esposa (o que se quede en la casa de mamá).
  • Si una mujer opina sobre fútbol, el auditorio masculino piensa que seguro que no sabe nada y automáticamente comienza a interrogarla para probar su presunción o, no sé qué es peor, empieza a hablar –sin incluirla– de la campaña de Ghana en las eliminatorias para mundiales; y el auditorio femenino piensa que es una marimacho que habla de "esas cosas".
  • Si una mujer dice que maneja bien, el auditorio masculino se pregunta qué droga habrá ingerido y desestima la afirmación; y el auditorio femenino imagina a una super diosa que se maquilla, habla por teléfono, escucha música a todo volumen y mira las vidrieras a diestra y siniestra mientras conduce sin mayores sobresaltos.
  • Si una mujer cocina bien, es una cocinera. Si un hombre cocina bien, es un chef.
  • Si una mujer dice palabrotas es una ordinaria. Si un hombre dice palabrotas es... un hombre.
  • Si una mujer revela una intimidad es una chismosa. Si un hombre revela una intimidad es un vivo bárbaro.
  • Si un hombre se agarra a trompadas con otro, es un tipo que tiene los pantalones bien puestos. Si una mujer se agarra de los pelos con otra, es una conventillera.
  • Si una mujer dice sinceramente que otra mujer es linda, es lesbiana.
  • Si una mujer dice que otra mujer es un bagallo, es envidiosa.
  • Si una mujer dice que otra mujer es estúpida, es más envidiosa todavía porque, encima, la mencionada en la afirmación es automáticamente asumida por los oyentes masculinos como una belleza escultural.
  • Si una mujer dice que otra mujer se ganó su popularidad sólo por sus atributos físicos, es –mucho peor que una envidiosa– una resentida.
  • Si un hombre dice que una mujer es inteligente, el auditorio –sin distinción de género– asume que es un bagallo.
  • Si una mujer dice que otra mujer es inteligente, el auditorio masculino desestima la afirmación por incongruente y el auditorio femenino... (omg!) se queda pensando qué habrá querido decir.
  • Si un hombre tiene una vida sexual activa y variada, es un ídolo. Y, obviamente, si una mujer tiene una vida sexual activa y variada es una atorranta.

13.5.08

I'm not on drugs

A no ser que uno o dos gin tonic por semana puedan ser considerados una adicción.
O que los Marlboro Box y la Coca Zero vengan aditivados. ¡Juro que jamás me dejé tentar por Actimel ni por Activia (¿por qué será que los dos empiezan con 'acti'?) ni mucho menos por el devastador Danonino y que hace rato abandoné los Mars que me brindaron incomparables momentos de placer!
Entonces, no sé qué es lo que me provoca las alucinaciones de un ácido que pega mal. Como recién cuando, por encima de la pantalla de la tele vi la imagen horrenda de Mónica Gutiérrez desencajada, en pantuflas, con una redecilla que le protegía el casco de pelo que no sé qué peluquero sádico le fabricó y corriendo, escoba en mano, mientras aullaba "¡Gretaaaaaa, te voy a matarrrr!".

De dichos y refranes

Suele decirse que el ingenio popular nunca descansa. Yo creo que no es cierto. Es más, estoy convencida de que trabajó un ratito, se hizo la fama y se echó a dormir.
Basta pegarle una miradita al refranero que nos proveyó y que utilizamos más o menos a diario para darse cuenta de que, ¡oh, sorpresa!, basándose en el axioma "no hay peor sordo que el que no quiere oír", tiene una respuesta para cada necesidad, aunque se contradiga con la inmediata anterior.
Es que, bien mirado, el ingenio popular es tan acomodaticio como un político en épocas de elecciones: siempre nos dice lo que queremos escuchar.
Veamos algunos ejemplos.

1. El refranero del placard
Especie de "¡No te lo pongas!" o "Extreme makeover" en el que no importa lo que hagas, lo harás mal.
Aunque la mona se vista de seda, mona queda.
El hábito no hace al monje.
Conforme al traje tratan al paje.

2. El refranero mentiroso
Muestra las ventajas y desventajas de la sinceridad y después, cual Jelinek frente a un micrófono, lo deja a tu criterio.
Miente, miente que algo quedará.
La mentira tiene patas cortas.
Cuando el río suena, agua trae.
Con la verdad no ofendo ni temo.
Si dices las verdades, pierdes las amistades.

3. El refranero de "Elque"
Saga de un tal "Elque" que, a juzgar por su participación en esta obra, es un hombre muy ocupado.
El que avisa, no traiciona.
El que calla, otorga.
El que da, recibe.
El que espera, desespera.
El que nada no se ahoga.
El que mucho abarca, poco aprieta.
El que se fue a Sevilla perdió su silla.
El que no llora, no mama.


4. El refranero madrugador
Para los tempraneros y para los que necesitan justificar la vagancia.
No por mucho madrugar amanece más temprano.
Al que madruga, Dios lo ayuda.


5. El refranero corajudo
Deja bien claro que ser cobarde cotiza mejor que ser valiente.
El que no arriesga, no gana.
El cobarde vive, el valiente muere.
Soldado que huye, sirve para otra guerra.
El mundo es de los valientes.


6. El refranero volador
Pájaro en mano y pájaro en la olla suena a orgía.
Más vale pájaro en mano que cien volando.
Ave que vuela, a la cazuela.

7. El refranero comilón
No offense, pero sí da.
A falta de pan, buenas son tortas.
Contigo pan y cebolla.
Cuando hay hambre no hay pan duro.
Panza llena, corazón contento.

8. El refranero solitario (y su fiel caballo "Plata")
Onanismo verbal sin objeciones.
El buey solo bien se lame.
La soledad es mala consejera.
Mejor solo que mal acompañado.

9 El refranero voyeur
¡Pobre Borges!
El amor es ciego.
El amor entra por los ojos.
Ojos que no ven corazón que no siente.

10. El refranero puntual

Magro consuelo que confirma que tarde es tarde.
Más vale tarde que nunca.
Nunca es tarde cuando la dicha es buena.

11. El refranero oportunista

¡Y seguro que es un pelado botón (porque eso de que a la oportunidad la pintan calva)!
El que pega primero pega dos veces.
El que ríe último ríe mejor.


12. El refranero insatisfecho
A este sí que no hay ... que le venga bien.
A Dios rogando y con el mazo dando.
Palos porque bogas, palos porque no bogas.

13. El refranero matemático
Debe matemática de cuarto.
La tercera es la vencida.
No hay dos sin tres.

14. El refranero commodity

El campo está de moda y la pesca no paga retenciones.
El ojo del amo engorda el ganado.

A río revuelto, ganancia de pescadores.

15. El refranero inductivo-deductivo
Acaba de aprobar matemática de cuarto.
Una golondrina no hace verano.
La excepción confirma la regla.

16. El refranero usurero
Un viejo hucha que no quiere ni acordarse de que las mortajas no tienen bolsillos.
La codicia rompe el saco.
El avariento nunca está contento.
El que guarda siempre tiene.

17. El refranero vengador
El justiciero de los refranes que transita entre la inmediatez de una buena tunda y la sofisticación de la revancha.
El que a hierro mata, a hierro muere.
Ojo por ojo, diente por diente.
La venganza es un plato que se come frío.

18. El refranero bocón
Sólo se calla cuando ve la nube de insectos que se le viene encima.
El que tiene boca, se equivoca.
En boca cerrada no entran moscas.

19. El refranero conflictuado
Vive entre "El discurso del método" y "La biblia"
Ver para creer.
La fe mueve montañas.

20.
El refranero de madera
Lo corrieron de atrás, lo corrieron de atrás...
Escoba nueva siempre barre bien.
La leña verde mal enciende.
De tal palo, tal astilla.

21. El refranero veterinario
El "pechoboi" de los refranes.
Gato con guantes no caza ratones.
Muerto el perro, se acabó la rabia.
Sarna con gusto no pica.
Es de pocas pulgas.

22. El refranero neurológico
Lobotomía, pero en envase de lujo (porque a caballo regalado no se le miran los dientes).
Dame Dios marido rico, aunque sea un borrico.
Hermosura sin talento, gallardía de jumento.


23. El refranero "yo te avisé"
Como para que, de una buena vez, no creas en ningún refrán.
Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.