En el lejano e inclemente Polo Norte, Papá Noel tiene un completísimo archivo privado. Allí están ordenadas todas las cartas que el buen señor ha recibido. En este curioso conglomerado de pedidos es posible advertir que los primeros deseos de muchas personalidades de todas las áreas, ya desde la infancia manifestaban aquello que con el tiempo (a veces, además, con mucha ayuda) lograron ser y, también, reconstruir los tortuosos caminos por los cuales sus sueños se hicieron realidad (o no).
Así, es sorprendente reconocer en la caligrafía apretada y llena de errores (no, no estoy hablando de Susana Giménez, ella quería conocer las Cataratas del Iguazú y... sí, a los dinosaurios vivos, deseo que, como es de público conocimiento, no ha podido concedérsele ni con la colaboración de COAS), a Carlitos W.B., cuya corta misiva de 1953 solicita "un kit de harmas kímicas y un livro con la istoria de Vavilonia y una votella de whisky (para mi daddy que ya es grande)" (sic).
En las cartitas de Ronald (no, McDonald no, el otro), en cambio, puede apreciarse, ya desde 1918, su profundo deseo de llegar a ser una estrella de westerns producidos en Hollywood. Sus pedidos se repiten sistemáticamente: cartucheras, estrella de sheriff, pistolas... y réplicas del Oscar de la Academia. En un cruce de información digno del Excalibur ha podido constatarse que, en un momento circa 1934, las cartas del tierno Ronald –que persistía de manera conmovedora en su deseo de protagonizar films del lejano Oeste– se mezclaron con las de un precoz Clint E. (no confundir con Bill Clit, que pedía pasantes para el despacho oval) cuya energía estaba puesta por completo en ser presidente del país más poderoso del mundo. Esta confusión explicaría la eterna sonrisa sorprendida de Ronald y la no menos eterna cara de bragueta de Clint (y también la activa bragueta de Bill).
Si nos enfocamos estrictamente en el mundo del espectáculo veremos no sin sorpresa las esquelas de Michael J. quien, desde que pudo articular las primeras frases (y estoy segura de que, antes que "amo a mi mamá" aprendió a escribir "quiero ser wasp"), hizo la misma solicitud: "cremas blanqueadoras, una montaña rusa propia y que me llamen Macaulay"; las de Richard G. pidiendo ser actor y conocer al Dalai Lama (le dieron lo segundo, no lo primero. Lamentablemente para la historia de la cinematografía, él parece no haberse enterado); las de Al P. que quién sabe por qué extraños motivos quería siempre dientes nuevos (se los otorgaron para su papel del Diablo en "Devil's Advocate", cosa de que su apariencia fuese terrorífica); y las de Mel G. que en su lampiña infancia insistía con tener un bigote como el de Adolf H. (el bigote no se lo dieron).
El género femenino también tiene una participación más que interesante en esta investigación. El cruce de las cartas enviadas muestra que Britney S. siempre quiso ser Madonna e, inexplicablemente, Madonna todavía sigue escribiendo que quiere ser Britney (pero ahora lo escribe en hebreo). Nicole K. primero pidió un Top Gun (perdón, Tom C.) que le fue concedido, pero cuando se dio cuenta que el señor sólo alcanzaba el top subido al banquito de la cocina, que de gun no tenía nada y que, encima, venía con la Cientología incluida, rectificó su pedido dando lugar a que se hicera realidad el de Katie H. Un caso curioso es el de Winona R., cuyo eterno pedido fue "yo quiero ser 'mechera'" y le fue otorgado junto con una innumerable cantidad de horas de probation.
En el plano local la cosa no resulta mejor. Una generación entera –post Diego Armando y Claudio Paul– invirtió ríos de tinta y fortunas en estampillados al Polo Norte expresando su deseo de "casarme con un jugador de fútbol internacional" (jamás el 2 de Mandiyú), últimamente ampliado a "casarme y tener hijitos", y dando origen a una nueva categoría: las "botineras". Papá Noel ya cumplió con los objetivos de Wanda N., Evangelina A., Nicole N. y Eliana G. En cambio, los de Natalia F. y Amalia G. han tenido algunos matices. Aunque ambas creyeron estar haciendo realidad lo solicitado en sus cartitas, al revisar los archivos se advierte que la primera fue la concreción del deseo de Carlitos T., mientras que la segunda acredita haber sido el regalito de Navidad para un tal Robbie W., que había solicitado con desesperación una "pantalla" y quién sabe qué habrá entendido Santa Claus que le mandó a esta chica. Dando muestras de su convicción y persistencia, cuando las muchachitas no le escriben al señor del Polo Norte, veneran a "la Claudia" y a "chorreo glamour Mariana".
Por cierto, los archivos de Santa son privados pero no inaccesibles de modo que ¡cuidado con lo que escriben después del insoslayable "querido Papá Noel"!
4.12.08
Querido Papá Noel
Publicado por Laura Cambra en 19:41
Etiquetas: cambalache, el reino de la irrelevancia, las cosas por su nombre, sin anestesia
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3 comentarios:
uf! qué suerte que mis cartas iban toditas pal Niñito Jesús, y certificadas además.
Ojo, nunca me trajo la muñeca que le había pedido a los 6 años, seguramente la guardó de modelo para Luciana Z, que cada vez que la miro, veo el retrato de la que quería!
plástico por todos lados!
Yo soy más de Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), creo que nunca escribí a Papá Noel, puede que por eso me encuentro en esta situación: laboralmente desorientada. Creo que los Reyes fueron más listos y nos dejaron a nuestro libre arbitro para encontrar un destino ¡malditos sean!.
Mis cartas también iban a los Reyes Magos, y siempre, siempre, pedía juguetes, no cosas "inmateriales, me he divertido un rato imaginándome a esos famosos del tres al cuarto de niños, escribiendo su carta: a Ronald con sus arrugas y su tupé pero con pantalones cortos, a Bill con su pelo blanco dictándole su carta a una amiguita becaria, con Clint, que es mi ídolo, no hay bromas, a MIchael con su pelo afro y sus pantalones de campana, a Richard, poniendo "caritas" escribiendo esforzadamente su carta, a Al no sé cómo imaginarlo...
un abrazo.
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