2.1.08

Al desnudo: Yo quiero ser ANTM*

Para ostentar el título de ANTM básicamente hay que ser flaca (obvio), rubia (o, en su defecto, negra porque las medias tintas no funcionan y las latinas o asíaticas avanzan pero no más allá de la mitad del ciclo) y, sobre todo, exótica (¿alguien se atreverá alguna vez a confirmar que la expresión "belleza exótica" –de igual tenor y casi tan estúpida como "no es linda, es interesante"– lo que revela es la profunda e inconfesable fealdad de la mujer en cuestión?). En el aspecto intelectual se requiere cierta –no por alguna sino por certera y comprobable– cortedad de genio, risa y llanto fáciles (efecto secundario del vacío mental) y ganas de embellecerse y superarse (lo primero sencillo si se goza de una corte de maquilladores, estilistas y vestuaristas; lo segundo, tarea difícil dada la escasez y precariedad de los recursos naturales).
Enjaulado en una casa de ensueño, el ramillete de jovencitas (que poco tardará en convertirse en la viperina población de una canasta a la espera del encantador de serpientes) va de acá para allá, siempre a los saltitos; come porciones minúsculas de alimentos "saludables" (mensaje prefabricado de healthy model porque Kate Moss es mala, mala, mala), enjuaga sus verdes envidias en el agua de un monumental hidro o en una piscina cubierta; transforma un lugar agradable en una leonera que, el día que la televisión apunte al olfato, será clausurado sin retorno; y corre a gritar, cual histérico enjambre, alrededor de los Tyra(da) Mails que les plantean adivinanzas (que nunca, jamás, resuelven) relativas a los próximos desafíos (aparecer bonita sobre un elefante mugriento y maloliente, tener la cara relajada mientras la tiran de un avión en vuelo sin saber siquiera cómo se abre el paracaídas o extender graciosamente falsas alas mientras cuelgan de un guinche balanceándose a treinta metros de altura) o que las invitan a exponerse a las terribles opiniones del distinguido jurado.
Otros puntos del entrenamiento básico para la top model actual son recorrer a toda velocidad percheros tomando a tontas y a locas la mayor cantidad de prendas que deberán colocarse lo más correctamente posible (la materia, aunque no se diga, es "Cómo hacerse mechera I") para después tener que entregarle a la ganadora (la que más se puso, la que mejor se puso, la que eligió bien) el fruto de su trabajo (también parte de otra materia, en este caso "Odio, envidia y resentimiento: las top models y el sentido de la vida").
Semana a semana, entre lágrimas de cocodrilo, una participante se despide del programa no sin antes haber repasado su desempeño: los cambios en su pelo (largo, corte y color con los que no estuvieron de acuerdo pero que terminaron aceptando so pena de ser descalificadas por insubordinación), los maquillajes, las poses, la mejor foto y, por sobre todo, las escenas agraviantes, las peleas con las oponentes y las ofensas proferidas por los venerables jueces.
En el show participan, además de la presidenta del jurado, mentora, productora, creadora y anfitriona, la alguna vez joven y bella Tyra Banks (cuya implacable mirada verde acuchilla a las participantes y su afilada lengua se ocupa de destrozarlas sin piedad –"parecés una porrista", "sos la prom queen", "servirías para concursar como aspirante a reina del repollo" o "si extrañás, volvé al campo" son algunas de sus frases más suaves– mientras hace mohínes graciosos que equiparan la expresividad de su rostro con la de Ace Ventura), tenemos a Twiggy, fashion icon que supo ser, además de quien impuso la minifalda, la primera anoréxica que recibió un jugoso salario por su infame delgadez. La "interesante" mujer de ojos enormes (las escuálidas generalmente los tienen) e inquietantes es hoy una sonriente y cachetuda cincuentona (cincuenta largos porque todavía no se dejó alcanzar por los reales sesenta) con cara de ama de casa inglesa dedicada a los muffins y al happy hour extendido hasta el tañido de la campana. Luego están Miss J. (Alexander) y Mister Jay (Manuel), dos engendros de la naturaleza. Miss J. es un negro con veleidades de travesti de pueblo provinciano (con perdón de los travestis de pueblo provinciano que hacen esfuerzos de todo tipo por acercarse a la imagen femenina) cuya misión es instruir a las jóvenes sobre los secretos de la pasarela. Mister Jay es un latino –debe llamarse Julio, Juan o José y Manuel– con mechas decoloradas y trasero envidiable (y seguramente envidiado por más de una participante) que oficia de asistente de lujo de la anfitriona guiando a las aspirantes en su carrera hacia la fama. Ambos de imborrable sonrisa, repiten un guión en el que sus parlamentos trasuntan notable acidez e ironía (justificables en un hombre sólo si es un maraca alegremente asumido). También en cada edición se presenta un personaje de "fama internacional" –¿quién lo conocerá?– vinculado al mundo de la moda cuya tarea es participar del momento en el cual las niñas (cada semana más bonitas debido a los avances de la cosmética "Cover girl", esas bases que corrigen todo, y cuando digo todo quiero decir todo) enfrentan a la mesa examinadora.
Por supuesto, yo no quiero ser ANTM para ostentar una belleza exótica –sea del color que sea– ni para avanzar un escalón hacia la cima de la popularidad pisando cabezas recién reestilizadas ni para sentir que puedo recorrer con seguridad pasarelas y alfombras rojas vistiendo lujosos vestidos de firma. No envidio el premio: un contrato con la agencia Elite, piojosos cien mil dólares para salir en la tapa de una revista de adolescentes y un comercial para el emplasto de turno de "Cover Girl" (poco más que migajas para el mundo del modelaje). No me interesa ser ANTM para atajar los cuchillos verbales de la venerable Tyra ni las groserías de Miss J. ni las condescendientes y sobradoras palabras de Mister Jay. Ni siquiera es para escuchar a la cantinela apaciguadora de la borrachina Twiggy.
No. No. No. Yo quiero ser ANTM solamente para que me hable, me mire y me fotografíe –aunque más no sea, porque, lejos de ser un tremendo bala, el señor declara estar felizmente casado con la mujer de sus sueños desde hace trece años– Nigel Barker, el fotógrafo de modas inglés que está para llevárselo a la mesita de luz.


*American Next Top Model

1 comentario:

Anónimo dijo...

''rubia (o, en su defecto, negra porque las medias tintas no funcionan y las latinas o asíaticas avanzan pero no más allá de la mitad del ciclo)''

Dile eso a Jaslene Gonzalez...

Ademas de que te basas en los esteriotipos que se les ha impuesto a las modelos, lo cual hace que sea una generalizacion mal justificada.
Las fotografias que normalmente toman, son para evaluar a las chicas sobre como harian un trabajo , sea cual sea (si...hasta montarse en un ''mugriento'' elefante''
Y otra cosa, que una chica sea flaca, no quiere decir que sea anorexica. La anorexia es una enfermedad muy seria y no se debe culpar a las personas de tenerla tan a la ligera.