2.12.09

I love MKT, personal MKT

No tengo tarjeta personal.
La sola idea de mi nombre y abajo, en tipografía más chica, la palabra "escritora" me causa el mismo efecto que haberme encerrado en una cámara de gas... hilarante.
El otro escollo que se interpone entre el cartoncito 9x4.5 y yo es que no soy sólo escritora (leer la columna de la derecha). La solución a este problema sería tener un número "n" de cartoncitos diferentes siendo "n" igual a la cantidad de actividades desempeñadas. ¡Pero claro! Entonces, a la hora de entregar un cartoncito, tendría que empezar a manotear el indicado teniendo en cuenta la ocasión y el destinatario y, haciendo honor a mi inigualable torpeza, terminaría dándole el equivocado o, lo que es casi imperdonable, los "n" cartoncitos y las instrucciones para que elija el correcto y se deshaga de los otros.
Mi CV es un desastre.
Y, además, es un desastre incompleto. ¿Hay algo más patético que un desastre in progress, un desastre que quiso ser y se quedó a mitad de camino?
Desde hace un par de semanas, en la columna de la derecha de este blog y del otro puede verse mi reseña biográfico-profesional. Ahora le dicen BIO.
Obviamente, hay dos reseñas diferentes, no vaya a ser que me aburra de mí misma o que, de manera pública y notoria, renuncie a mi escisión.
Una buena: me conoce bastante gente.
El lado oscuro de la una-buena es que algunos me conocen por una cosa, otros por otra y otros por otra más (que ni siquiera tengo donde linkear) pero, a no ser que se encuentren y hablen sobre mí –cosa que sucede en ocasiones excepcionales–, el que sabe una cosa no sabe la otra y ha pasado, incluso, que han hablado de mí pensando que era dos personas diferentes y hasta han discutido si yo era una o era la otra hasta descubrir, luego de gritos y arañazos, que era la misma.
Soy "canuta".
Tengo trabajos interesantes (suelo no aceptar los que no me presenten un desafío), que me ponen en contacto con personas a las que no es sencillo llegar (muchas veces lo que se dice "figuritas difíciles") y con las que hago vínculos profundos e intensos. Pero jamás lo cuento. Ni siquiera lo sugiero. Sí, claro, me resulta mucho más fácil y cómodo mantenerme en esa suerte de clandestinidad, no ser el foco de atención, jugarla callada. Sólo en contadas ocasiones, cuando alguien dice algo de, por ejemplo, fulano, me animo a decir "¡Ah, fulano! Yo trabajé con fulano." y casi siempre mi interlocutor sufre un sorpresivo desmayo.
Soy terca.
Sé con claridad y certeza lo que hay que hacer. Y no lo hago. Para ser gráfica: no tengo ni el 20% de las publicaciones en las que salí, ni el 1% de los audios de entrevistas que me hicieron, ni siquiera un testimonio en video de mis presentaciones en televisión y ni un ejemplar de un libro en el que están publicados mis cuentos (ya sé, ya sé, voy a irme al infierno sin escalas). Del mismo modo, sé lo que no hay que hacer. E insisto en hacerlo. Y no abundo en detalles porque sería entrar en terreno cenagoso.
Soy prejuiciosa.
Las cosas que hago las hago bien. Porque sé hacerlas y por amor propio, una combinación funesta de capacidad y autoexigencia. Pero, ¿quién va a creer, en la era de la hiperespecialización, que una persona puede desempeñar muy bien varias actividades? No, no, no –me dice mi vocecita interior–, no es serio ser buena para más de una cosa. Y, a pesar de nuestra entrañable amistad, ese es el comienzo de una batalla sangrienta entre mi vocecita y yo.

He aquí un breve compendio de los ingredientes que requiere un marketing personal lamentable. Un pequeño paso para la humanidad, un paso enorme para mí.

2 comentarios:

Virginia Prieto dijo...

al contrario

todo esto para mí habla bien de vos y te hace más reina del MKT de lo que crees

Andy Cambra dijo...

No luches. Es genético. Bss.