26.10.07

Al desnudo: Yo quiero ser cola Reef

Es curioso que aquello que en otras latitudes se denomina "bikini contest" y consiste en una veintena de bellas señoritas ligeras de ropas recorriendo una pasarela en busca de un premio al que, en última instancia, se harán acreedoras por obra de la naturaleza –o de la cirugía estética, que es la naturaleza versión siglo XXI– y no por mérito propio; por nuestros pagos se vea reducido a un segmento de la anatomía femenina pasando a llamarse –cortito, al pie y sin demagogia alguna– "ser cola (espacio para el patrocinador, en este caso, Reef)".
Ser cola con sponsor implica, más allá de tener un portentoso trasero pasible de ser admirado y fotografiado en situaciones diversas, haber conseguido un pasaje –aunque la estadía sea corta y provisoria– al primer cielo de las celebridades. Después habrá que ver cómo acceder a los siguientes niveles pero, para comenzar, la puerta ya ha sido franqueada.
Por otra parte, no nos engañemos, así como la mayoría de las mujeres reconocemos a un hombre por rasgos de su cara o aun por el conjunto de un cuerpo atractivo; para los hombres la cola es el top of mind de la identidad femenina. Una mujer de exhuberante "ir" deja en el imaginario masculino una impronta imborrable generando, merced al principio de economía de almacenamiento de la información, un proceso de limpieza de toda otra data –empty trash, discard others, delete forever,
no further information required– que en ocasiones hasta se lleva el nombre de la afortunada (file not found). De este modo, asistimos a una muestra de la más sublime utilización del recurso metonímico –la parte por el todo– por el cual una mujer enterita pasa a ser una cola que, además, cotiza mejor que la totalidad. Como si el lomo (o, para más precisión, la nalga) costara más que la vaca entera.
Sin embargo, mi deseo de ser cola Reef no tiene que ver con la necesidad de alcanzar un estrellato fugaz. Ni de abrir puertas de complejos cerrojos sirviéndome de una zona no prensil de mi anatomía. Tampoco se trata de incrementar el índice de recordación masculina.
Son los beneficios secundarios –muchos y relevantes– los que me atraen. Porque ser cola Reef implica, en orden estrictamente ascendente, dejar de preocuparme por la prolijidad de las uñas de los pies, eliminar cualquier tipo de inquietud por ese segmento casi imposible de belleza que es la rodilla, reducir de manera significativa la superficie corporal sometida a dolorosos procesos depilatorios, obviar el trabajo sistemático sobre la zona abdominal y pectoral, dejar de lado todo pensamiento persecutorio acerca de la inocultable flaccidez de bíceps y tríceps, despedirme de la manicura, los baños de parafina y las uñas esculpidas; agradecer a Dios –o cualquier otra divinidad– por la presbicia que desdibuja las incipientes arrugas faciales propias y ajenas, descartar el uso de cualquier preparado anti-age, firming, filling o reconstructive con ingredientes de nombres tan intimidantes y herméticos como hialurónico, mandélico, pentapéptido, glicólico o mucopolisacárido; presentar la reununcia indeclinable a tinturas capilares, baños de crema, productos anti-frizz, alisadores y onduladores de cualquier tipo; dedicar todo el tiempo libre –que será mucho- a pensar en cómo conservar y mejorar (si eso fuera posible) la bendita cola Reef. Y, por sobre todas las cosas, alejar para siempre, gracias a haber hecho de la cola el objeto más preciado, el peligro de transformarme en una completa mujer–objeto.


3 comentarios:

Mario Pagliari dijo...

Hola Laura
Entre de casualidad, interesante tu blog...una pregunta de que trabajas? Vi fotos y también decis que escribis...
Un Beso
Mario

Marta Repupilli dijo...

Cada vez escribis mejor!!!

Eduardo (ejmv) dijo...

Tenías razón... estaba perdiéndome la diversión :)