El constructor es un hombre paciente y tesonero que, muy probablemente, ha adquirido esas virtudes después de uno o más desengaños amorosos. Como siente que la vida no le ha sonreído pero en el fondo espera y desea que le sonría alguna vez, lejos de haberse transformado en un escéptico, sigue buscando el amor verdadero.
Aquella mujer que pretenda conquistarlo deberá estar preparada para los efectos acumulativos de la pasión arquitectónica que lo anima y lo impulsa. No dejarse vencer por las negativas y las actitudes prescindentes será la más importante vía hacia el triunfo.
Aunque intenta entregar su corazón, las heridas del pasado detienen al constructor y su instinto de supervivencia –eso de que "el que se quema con leche cuando ve una vaca, llora"– lo impulsa a poner barreras progresivas. Como un albañil del medioevo, va levantando alrededor de su maltrecho castillo el muro protector que imagina rodeado de un profundo foso infectado de cocodrilos hambrientos mientras, por otro lado, alberga secretos deseos de que la muralla sea finalmente vulnerada por la princesa de turno, una valiente capaz de atravesar las pruebas que él le impone.
Es que, tras su inclaudicable espíritu defensivo, el constructor no puede evitar cierta candidez. Especialista en vallas, barreras, obstáculos, barricadas, zanjas, fosos y badenes, el buen señor, merced a su notable perseverancia, construye con pequeños ladrillos que dicen "no" una enorme pared que termina mostrando un "sí" de dimensiones extraordinarias.
Sobre la hilera del "no me comprometo" coloca la hilera del "no planifico", sobre ésta la del "no quiero condicionamientos" y luego la del "no me ato a nada" y la del "no me quedo" y la del "no, gracias" y la del "no necesito una mujer en mi vida" y la del "no espero nada permanente" y así hasta que su obra tiene el tamaño de la Muralla China.
Tomado a la ligera parece distante, poco involucrado y hasta indiferente, pero esto no es más que la muestra de lo aplicado que se encuentra a su tarea. Y cada pequeña porción de "no" que agrega a su obra tiene un efecto contradictorio y paradojal porque el caballero en cuestión, tan preocupado por los ladrillos, termina su pared sin darse cuenta de que está amarrado como un idiota a la fémina que él cree del otro lado y que, en cambio, ha dejado encerrada junto a él en el exiguo predio de su corazón.
27.12.07
El constructor
Publicado por Laura Cambra en 6:46
Etiquetas: hombres modelo
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1 comentario:
MAGNIFICO. ¿Cuándo recopilarás todos esos hombres modelos en un libro?
Actualmente me identifico más con el hombre gerundio (es una circunstancia coyuntural, espero), pero he conocido a constructores que alardean de su independencia con la boca pequeña y acaban enamorándose (derrumbándose) como burros.
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