Palabras que se utilizan a diario y que, de un modo a veces inadvertido, segmentan, unen, delimitan, excluyen, juntan, separan, incluyen. Que nos atan unos a otros en grupos a los que pertenecemos o en totalidades de las que no podemos escapar. Que nos obligan a tomar posición de un lado u otro o, lo que es más curioso aún, cuando implican la adhesión a posiciones extremas que no compartimos, nos dejan en un limbo extraño, ajeno y que suele parecernos solitario.
Nosotros no somos ellos. Nosotros podemos ser una multitud que remite a todos los individuos existentes o a apenas dos: vos y yo. Nosotros puede incluir a quien escucha pero también puede excluirlo dejándolo reducido a la soledad o diluido en un ustedes casi despectivo. Nosotros puede marcar el límite entre un acá aceptado y valorado, y un allá que no nos atañe o que, incluso, nos disgusta.
Ellos son los otros. Los que no caben en el nosotros. Los que están en otra vereda. Aquellos, los diferentes, que ocupan el espacio tras la imaginaria línea de división que nos discrimina. Y aunque ellos sean los vecinos –un prójimo próximo– o los hermanos, claramente no son nosotros y se nos hace difícil, cuando no imposible o impensable, estrecharlos en un abrazo.
Todos somos nosotros y ellos. Pero no siempre es tan así. Porque con frecuencia, todos es casi lo mismo que nadie y lo que es de todos no es de nadie. O el todo es más que la suma de las partes. O entre todos no hacemos uno. Y en el revoltijo de la generalización, todos no quiere decir rigurosamente todos.
Nadie, que a simple vista parecería ser ninguno, una ausencia de cuerpo, un espacio vacante, la mayoría de las veces, sin embargo, es alguien y tiene un nombre que no queremos pronunciar o hace referencia a una persona a la que conviene mantener en el aséptico anonimato que provee el nadie. Nadie es la palabra que recuerda la astucia de Ulises frente al cíclope. Es, también, la abolición del yo, del tú, del ellos y hasta del escurridizo nosotros (que quién sabe quiénes seremos). No hay nadie niega doblemente porque si hubiera nadie sugeriría presencia y si no hubiese alguien implicaría ambigüedad.
El caso es que, sin dudas, nosotros, ellos, todos y nadie son palabras difusas. Baste pensar en un funcionario público que durante una alocución dice "nosotros".
¿De quiénes habla? ¿Cuántos de los círculos concéntricos de la sociedad está mencionando en ese pronombre personal? ¿La totalidad de los estamentos sociales, la totalidad de los ciudadanos, el conjunto de personas que conforman el auditorio, aquellos que con su voto lo llevaron al podio desde el cual está hablando, el grupo más o menos numeroso de personas que –aunque no lo votaron– comparten su visión, el grupo de personas que lo acompañan en la función pública, el puñado de personas que han tenido acceso al atril desde el cual emite su mensaje, su familia y amigos?
Es bastante común que, al comenzar sus funciones, los mandatarios presidenciales –sobre todo en la Argentina– digan nosotros y se estén refiriendo a la gran mayoría, una suerte de todos. O casi. También es bastante común que, al avanzar la gestión, ese nosotros remita cada vez a menos personas mientras que el ellos se agiganta y amenaza. Algunos lo llaman "caída de la imagen positiva". Otros, "la soledad del poder". Lo cierto es que, cuando se trata de nosotros, ellos o todos, nadie sabe muy bien de qué está hablando.
3.6.08
Nosotros, todos, ellos, nadie
Publicado por Laura Cambra en 15:45
Etiquetas: cambalache, las cosas por su nombre, sin anestesia
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4 comentarios:
en estos días comprendo tanto lo que decís, y lo comparto, y lo padezco...
¡Brillante, simplemente brillante!
Besos
Nadie es la palabra que recuerda la astucia de Ulises frente al cíclope.
No hay nadie niega doblemente porque si hubiera nadie sugeriría presencia y si no hubiese alguien implicaría ambigüedad.
Genial...
esa cosa uraniana del todo en uno, el Uno en Todo... brillante, como tu alma, como tu alma
La verdad Querida Hermanarquera, ESTAMOS TODOS EN ESTA PATRIA, ELLOS/AQUELLOS/NADIES Y AGUIEN...vientos de cambio, vientos de cambio.
Y cuando pasa más el tiempo no sólo se desdibujan los significados de esas palabras tan ditintas sino que se polariza y se reduce el "todo" a un conflicto, nosotros somos un lado y ellos, los contrarios .
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