24.7.08

Al desnudo: Yo quiero ser Sienna Miller

Innegable: la chica es harto joven, harto bonita, harto exitosa. Nacida en New York en 1981 (más que harto, obscenamente joven), junto con su primer trabajo cinematográfico relevante –Alfie, 2004– le llegó también el amor, de la mano del coprotagonista del film, el irresistible Jude Law (cuya única law parecería ser la conquista). Luego vinieron otras películas: Layer cake, Crimen organizado, Casanova, Factory girl (en la que interpreta a una actriz porno y donde no se ahorró una sesión de sexo oral con el protagonista para "darle más realismo a la escena"). Y las aún no estrenadas en nuestro medio: Edge of love, Camille, The mysteries of Pittsburgh, Hippie, hippie shake, y G.I. Joe.
La relación con Law terminó cuando, como era de esperarse, la pobre Sienna encontró al incorregible "out-law" en flagrante delito con la niñera de los dos hijos del primer matrimonio del actor. Pero la chica no se quedó quieta.
Luego de una sucesión escándalo-lágrimas-portazo y "que se entere todo el mundo así saben bien quién sos", emprendió una intensa carrera de conquistas para ahogar el inenarrable despecho que a cualquier mujer –aunque se llame Sienna Miller– le causa el saberse portadora de mayúscula cornamenta. Entonces pasó p'al cuarto a toda una bombonería: Orlando Bloom –al igual que Jude Law, un infaltable en cualquier lista que se precie–, el eterno baby face Leonardo Di Caprio, el casi prócer Sean Penn, el músico de rock Jamie Burke y Josh Hartnett. Morigerada su pena, inició un noviazgo con Rhys Ifans, un hippie desaliñado en la poco memorable Notting Hills y un hippie desaliñado y con panza de cerveza en la vida real, a quien, según las primeras versiones, abandonó por haberse resistido a ponerse en forma para el casamiento y, según lo que confirmaron las recientes fotos que la devolvieron a las portadas de los tabloides, porque la pasaba bomba en Positano con Balthazar Getty, un frecuente visitante del reparto de varias series televisivas, actor con más apellido que otra cosa (bueh, no puedo asegurarlo, habría que preguntarle a Sienna) pero con una inocultable esposa y cuatro no menos inocultables hijos.
Ahora bien, yo no quiero ser Sienna Miller porque tiene ese cuerpo que, apenas adornado por una gorra de capitán de barco, acaba de dar la vuelta al mundo mostrando inequívocamente que la chica hace topless pero no nudismo. Tampoco despierta mi resentimiento el hecho de que haya puesto en su lugar a una enfant terrible –que no entiende que hace rato pasó los 30 y que bien podría capitular frente a la realidad– como Kate (a.k.a. brain dead) Moss. No me moviliza su candente diario de conquista con páginas dignas de la más vulgar, feroz y destructiva de las envidias. Ni siquiera es el hecho de que, con su actitud de comehombres, haya despertado una cacería de brujas que la tiene como premio mayor y que desnudó a por lo menos tres representantes de la especie ofídica hollywoodense: Courtney Cox (desdibujada desde sus días de Friends y los dos millones de dólares por capítulo, prueba de que el dinero no hace la felicidad), Rossana Arquette (de estrellato alicaído pero noble cuñada de la anterior) y Demi Moore (que, claro, dice que su estado físico tiene que ver con que sólo come comida cruda pero no menciona que se come a Ashton Kutcher). No. Lo que hace que yo desee con toda mi alma ser ella, lo que la transforma en una verdadera diosa a la que querría, por lo menos, parecerme es que haya dicho, muy suelta de cuerpo: "Yo no busco los escándalos, simplemente los atraigo. Cuando algo acontece, accidentalmente siempre estoy yo en el medio".

1 comentario:

Anónimo dijo...

de la histeria que se le atribuye a las mujeres casi como una cuestión de género me tocó poco y nada de "la belle indiférence". a veces viene bien ser descerebrada, un poco, un rato, para alivianar.