3.2.08

La mujer arquera

Nada que ver con el fútbol, por lo menos esta vez. Fue apenas un cruce de palabras en el reducido territorio de los 140 caracteres que habilita Twitter. Pero bastó para desencadenar un texto en cuatro movimientos sobre la mujer de Sagitario. ¡Gracias Juana! Por la invitación y por publicarlo en tu blog.

1. Lo que soy

Soy mujer arquera. Transito bordes. Hago equilibrio en una cuerda mientras veo abajo el imponente vacío. Detesto la rutina con la misma intensidad con que la necesito para no perder el rumbo. Pateo tableros cuando el corazón me lo pide.
Soy mujer arquera. El dolor no me deja marcas y la felicidad es una firme promesa de días aún mejores. El futuro es ya. El cambio es ahora.
Soy mujer arquera. Difícil de amar. Imposible de atar. Apasionada y fiel. Voluble y distante.
Soy mujer arquera. Sincera hasta la crueldad. A veces demasiado comprensiva y tolerante. A veces parece que no necesito nada ni de nadie (sólo parece). A veces soy mucho más vulnerable de lo que aparento.
Soy mujer arquera. Ser centauro me acerca al universo masculino, me ayuda a comprenderlo y a amarlo. Y mi ser femenino atrae a los hombres de una manera que no pueden explicar, como si hablásemos el mismo idioma y escuchásemos la misma música que a las mujeres sin arco se les dificulta hablar y escuchar.
Soy mujer arquera. El día que mis ojos no brillen de curiosidad, que mis deseos no me muevan hacia el futuro, que mi esperanza no me guíe, que mi optimismo no me impulse hacia el mañana, ese día habré muerto.
Soy mujer arquera. No le temo a la soledad, al dolor ni al odio. Sólo le temo al abandono, la ausencia de pasión y la indiferencia.
Eternamente dividida entre el cielo y la tierra, entre lo humano y lo animal, entre lo racional y lo exasperadamente intuitivo, soy mujer arquera.

2. Profesión de fe. Mis mandamientos

Todo es eterno mientras dura.
Nada dura más allá del instante.
Lo provisorio puede prolongarse indefinidamente.
Lo permanente puede desvanecerse en un suspiro.
Pagar el gas es lo más aburrido del mundo.
El infinito es una realidad que está en la palma de mi mano. En mí empieza y en mí termina.
El universo es claro y comprensible pero esa claridad y esa comprensión no pueden ser transmitidas. Apenas, a veces, compartidas sin palabras.
Hay un saber de mente y un saber de tripa. La sabiduría es el cruce fugaz y luminoso entre ambos.
El amor está hecho de muchos amores.
Todo existe, aunque no lo vea. Y si no necesito evidencias probatorias para decir que algo no existe, tampoco las necesito para decir que existe. Entonces, me quedo con la abundancia.
La fe es un camino sinuoso que recorremos sólo cuando todos los atajos se han extinguido.
El mejor día de mi vida todavía no llegó.
La vida es un don al que hay que celebrar. La celebración de la vida es la felicidad y, por ende, la búsqueda de la felicidad es la vida.
Todo tiene un porqué, aunque yo no lo sepa o a mí –como ser humano– no me haya sido dado saberlo. Esto resume el principio de humildad que nos pone en consonancia con el universo.
Lo micro es tan apasionante como lo macro. La observación de cualquiera de los dos requiere de la misma osadía, el mismo desapego de lo cotidiano y la misma pasión.
El universo late, inhala y exhala como cualquiera de nosotros. Quien llega a percibir esos latidos, esa respiración, llena su alma de alegría.
El tiempo es una convención. La edad, un accidente. La vejez, un estado del alma que no coincide con el del cuerpo.
El universo canta.

3. No regrets

Ojalá pudiese dar el cuerpo o el alma. Pero siempre doy todo. Y siempre tendré más para dar.
Ojalá pudiese olvidar mucho de lo que sé. Pero tengo buena memoria. Y la ingenuidad sólo se pierde una vez.
Ojalá pudiese recordar por qué he llorado. Pero tengo mala memoria. Y el recuerdo de las lágrimas sólo trae más lágrimas.
Ojalá pudiese tolerar la tibieza. Pero temo a la vida sin pasión. Y sin riesgo no hay gloria.
Ojalá mis ojos no viesen tan lejos y mi alma no percibiese tan profundo. Pero la ignorancia no es patrimonio de la voluntad. Y, aún así, siempre puedo callar.

4. Poética del arco

Sobre sus cuatro cascos se afirma,
el torso erguido,
la frente alta, orgullosa.
El brazo seguro tensa la cuerda,
la mano sostiene la flecha
y el ojo certero elige el blanco.
En ese instante eterno y sin espacio
el futuro es promesa,
la promesa es realidad,
la realidad es accidente,
hasta que en el cielo
se dibuja una parábola idéntica
al arco que la generó.
Y la flecha hace centro
en el centro del todo,
en el centro de la nada,
en el corazón del centauro
que sigue su camino,
la frente alta, orgullosa,
el torso erguido,
hacia una nueva faz del universo
que ha de descubrir
con su ojo certero,
al galope,
sin nostalgias del pasado,
sin temor del futuro.


2 comentarios:

Orson Díaz dijo...

La mujer arquera tensa las almas para que las flechitas salgan y hagan lo que puedan.

Anónimo dijo...

Este poem lo escribí en Octubre del 2007.

para vos.

L'Arc


Este arco,
Sagitario
Tesonero
Bien templado
Paciente
Como espectando,
Carga su flecha certera
-prisionera sin su blanco-
Y apunta
A punto
Al níveo punto albédico
De tu alma.







Lo de tirar...es otro poema.

un gran abrazo hermana arquera.

pd: el de arriba es géminis-géminis. Nuestro opuesto complementario.
Algo debemos aprehender de él.