5.2.08

Mi zoológico privado

¿Quién no tiene, alojado en los complejos laberintos interiores, su propio zoológico?
El mío, a mitad de camino entre la granja y la jungla, alberga las siguientes especies:
La yegua es un ejemplar de pura sangre que aparece cuando, haciendo uso de la ironía y el sarcasmo, es necesario señalar cuestiones sólo detectables con una dosis de maldad.
La perra, en cambio, se muestra en variadas ocasiones bajo no menos variados roles. Es la que va a morder sin piedad frente a una amenaza, la que es fiel y apacible cuando se siente segura y contenida, la que en la cama se alterna con la gata.
La oruga sólo aparece cuando la depresión gana todas las batallas. No ha bajado los brazos por cobarde sino, simplemente, no ha podido hacerlo porque no los tiene y va por la vida arrastrándose como puede.
La leona, valiente, territorial y temeraria, es la que protege a su cría de cualquier agresión.
La hipopótama, infaltable después de una seguidilla de comilonas, pasea su monumental osamenta con vergüenza, tristeza y un inútil arrepentimiento tardío, convencida de que no pasará por las puertas. Si esta situación se prolonga, deja su lugar a la vaca.
La víbora se presenta cuando la situación ha excedido la capacidad de la yegua y a agarrarse porque entonces la cosa ya no está para sonrisas. También cumple un papel importante en las charlas con amigas, esas en las cuales la mandíbula se transforma en un cartílago frágil que habilita a proferir maldades en forma ininterrumpida por largos períodos de tiempo.
La mona es el alma de las fiestas. Brillante y graciosa, se desata por completo cuando tiene encima algún que otro gin tonic de más pero, como es sabido, aunque se vista de seda, mona queda.
La gallina (sin más comentarios, soy de River).
La paloma. Y, sí, porque, a veces, soy más bo%*da que...
La cucaracha, invariablemente, se levanta de la cama dos segundos antes que yo y es lo primero que veo en el espejo mientras me lavo los dientes.
Estas no son las únicas sino sólo las que más aparecen. Las restantes suelen perderse en los vericuetos de mi personalidad y se niegan a ser detectadas e identificadas con precisión. Sin embargo, hay algo que es irrevocable: jamás habrá en mi zoo privado lugar para la pingüina.

2 comentarios:

SBM dijo...

Por aquello del lost in traslatión, de ese mismo idioma que nos une y a la vez nos separa, me quedo con la intriga de la gallina y la pinguina.

(Me pasó lo mismo con el post de wanda nara. En aquella ocasión, busqué en el google y me enteré quien era, incluso vi fotografías y también busqué eso de la batata macabra, y solo puedo decirte que: la Cambra, barbara

Anónimo dijo...

Sabés una cosa? yo también tengo esos bichos adentro... y algunos otros incluso mitológicos.
Gracias, me sentí tan identificada! (y aliviada... hay otra loca a la que le pasa lo mismo!!!!)
Hasta otro día.