16.7.08

Tribulaciones de la voz interior

Quien más, quien menos, todos tenemos una voz interior que a veces nos susurra tiernamente sugiriéndonos algún curso de acción no contemplado con anterioridad y otras profiere gritos destemplados de cerdo en proceso de faena. Por supuesto, la suavidad tiene que ver con nuestra disposición a la escucha y la protesta histérica y ruidosa, en cambio, con la constatación del dicho popular "no hay peor sordo que el que no quiere oír".
Esta convivencia dialógica es más o menos controlable, un poco por la costumbre y otro poco por la resignación, y la mayoría de las veces funciona como un recordatorio no solicitado de recomendados, permitidos y prohibidos que sólo en raras ocasiones coinciden con nuestros deseos e impulsos.
Este sistema de censura previa y subrepticia es vulgarmente conocido como "la voz de la conciencia" o "la conciencia" a secas.
El problema que me aqueja es que, a falta de una voz, yo tengo una multitud cuyos miembros se expresan libre e indiscriminadamente sin prestar la más mínima atención a la confusa cháchara que generan. Es decir que, más que conciencia, lo que yo tengo es una conciencia canónica (en su acepción de canon musical y no de canon eclesiástico, ¡faltaba más!) que, no conforme con su funcionamiento interior, hace frecuentes apariciones en mi vida de relación.
Por ejemplo, cuando escribo, toman la forma de esos incómodos paréntesis aclaratorios (ver líneas arriba) porque, además, esta laureada coral (no por los premios sino porque, en definitiva, habita dentro de Laura) goza de una envidiable instrucción que supera a la de su dueña (no, no, no... un momento, ¿quién dice dueña? ¿dueña de qué?) y no se conforma con la categoría secundaria de nota al pie (¿con numerito incluido?). Ni hablar cuando pienso y vociferan opiniones encontradas que empañan mi (escasa e infrecuente) (¿ven?, son ellas acotando) claridad.
Sin embargo, cuando la cosa se pone fea de verdad es cuando mis niñas cantoras no tienen mejor ocurrencia que manifestarse enérgicamente mientras yo hablo con alguien y las insidiosas refutan con grititos agudos a las conciliadoras, sin importarles que yo, en medio de semejante batahola interna, trato de seguir el hilo de la conversación y mi expresión se hace merecedora de un "me gustas cuando callas porque estás como ausente" (ya tenías que ponerte intelectual y citar a Neruda).
Lo cierto es que lo que a los demás les parece una inusual capacidad para ponerme en los zapatos de otro sólo es (lamentable realidad) el efecto de la esquizofrénica multitud que me habita. Que la expresión de ausencia no es índice de reflexiva languidez sino el denodado esfuerzo por sostener una línea de pensamiento (línea y pensamiento en la misma frase... humm, lo tuyo es cuando menos presuntuoso). Que el silencio no implica compromiso con mi eventual interlocutor sino la imposibilidad de sustraerme a la mordacidad (inteligencia, querida, eso en mi barrio se llama inteligencia) de mis pobladoras interiores.
Y, claro, lo que sugiere una elogiable actitud "hacia afuera" es, malgré moi, la sumisión "hacia adentro".
"Las chicas" (como ellas mismas han dado en llamarse) son, por lejos, más vivaces, osadas y punzantes que su anfitriona (o sea yo). Pugnan para que sus declaraciones vean la luz y suenen en mi voz. Persisten en su vocación combativa. Y me intimidan a tal punto que, en ocasiones, tengo ganas de abandonar mi habitual actitud zen para gritarles de manera desaforada, cual presidenta depuesta viviendo en el acogedor exilio español: ¡No me atosiguéis!

3 comentarios:

colgada dijo...

mi querida, nosotras estamos totalmente identificadas con usted. Ahora mismo nos estamos peleando por ver cual de todas es la que escribe
me gustó mucho su post
colgada

Anónimo dijo...

tuuuuuuuuu tuuuuuuuu

operadora, ¿me puede comunicar con mi hermanarquera?

operadora: dice que cual de todas...

Laura, no dejo de reirme y de identificarme también con tus chicas. Prefiero una multitud al silencio de cementerio, el día que se acallen esas voces, pensaré seriamente en internarla (me)

abrazos + que siderales!

Anónimo dijo...

somos mucho más que dos!!