28.3.08

Ficción periodística: Yo nunca estuve ahí

Hace un par de años, en un arranque de "estoy aburrida" (nada raro para mi espíritu demandante), me inscribí en un seminario de redacción periodística. Es fácil advertir que no buscaba emociones fuertes.
El curso se brindaba en el edificio de un diario y era, como pude descubrir a la segunda o tercera clase, bastante básico. Lo cierto es que el docente se dio cuenta de inmediato de mi calidad de "infiltrada" en ese grupo: yo YA sabía cómo escribir lo que pretendía decir; y, consecuentemente –por motivos que hasta el día de hoy desconozco pero que no me desvelan– trató de hacerme la vida difícil.
Sin embargo, esos tres meses de intensa labor teórica y práctica me sirvieron para tener acceso a uno de los secretos mejor guardados de los periodistas y, al mismo tiempo, comprender por qué suelen competir de manera solapada –porque simultáneamente intentan diferenciarse– con los escritores: LOS PERIODISTAS ESCRIBEN FICCION.
Un ejercicio intrascendente fue lo que me llevó al descubrimiento: había que redactar una nota informativa y otra testimonial sobre Purmamarca. Me enfrenté a la realidad: no conocía –no conozco aún hoy– la ciudad jujeña. ¿Cómo hacer, entonces, para transmitir su encanto, sus colores, la calidad de su aire y la calidez de sus habitantes? Decidida, contra todos los obstáculos, a cumplir con la "tarea para el hogar", no me propuse un viaje relámpago hasta el noroeste argentino sino una sencilla exploración "googlística". Y me puse a escribir párrafos como el siguiente:

Ubicada en la Quebrada de Humahuaca, a 2.912 metros sobre el nivel del mar y a sesenta y cinco kilómetros de San Salvador de Jujuy, Purmamarca aparece tras las curvas de la ruta 9, rodeada por cerros y enmarcada por álamos. Es un universo de poco más de quince manzanas que muestra con orgullo sus tesoros: la iglesia, el algarrobo histórico, el Cerro de los Siete Colores, la feria artesanal, el Cabildo, el cementerio, el Paseo de los Colorados…

O como éste:

...la iglesia de Santa Rosa de Lima, que data de 1648. El templo, declarado monumento histórico nacional, es de estilo clásico quebradeño, con paredes de más de un metro de espesor y techo de madera de cardón cubierta por tortas de barro. Consta de una única nave angosta y de un pequeño campanario. Adentro se puede apreciar una colección de pinturas cuzqueñas. Afuera, la iglesia cambia según la hora del día. Con el sol de plano, sus muros blancos restallan. Al atardecer, la sombra de los árboles circundantes le da un aspecto fresco y sereno.


Por supuesto, no me privé del lugar de cronista del carnaval:

El carnaval es la fiesta por excelencia. A partir de las ofrendas a la Pacha Mama y el desentierro del diablo, todo es baile y canto. Otros diablos bajan por los cerros y se mezclan con la gente. Los turistas siguen a la comparsa de lugareños ataviados con trajes abigarrados. Todos van, cubiertos de talco y agua, al son de carnavalitos, cuecas y bailecitos. Antes de bailar es necesario vacunarse con un vaso de chicha y protegerse con una rama de albahaca. Son cuatro días de permanente celebración para agradecer el maíz, la quinoa, el cayote… La fiesta termina con el entierro del diablo. Purmamarca le ha agradecido a la tierra un año de fecundidad y ha hecho votos para el venidero. El silencio vuelve a ser rey.


En cuanto a la nota testimonial, sentí que a mi juego me llamaban y el ejercicio de la más pura imaginación se transformó en esto:

Aprender a leer

Soy, por definición, urbana. Para más datos, porteña. Mujer de tacos altos. De cine y teatro. De oficinas, embotellamientos y smog. Y estoy en Purmamarca, lugar lejano, en todo sentido, de los que estoy acostumbrada a recorrer.
Aquí no hay edificios ni asfalto. Casi no hay automóviles. La gente se desplaza con una tranquilidad pasmosa. Apuro quiere decir vergüenza. No existen los desayunos de trabajo ni el after office. No hay espectáculos teatrales. No hay bares donde pasar tiempos muertos entre reunión y reunión. No hay centros comerciales donde comprar rápidamente, para salir del paso, algo que no nos detenemos a elegir. No hay aire acondicionado.
¿Qué hago aquí? Aprendo a leer. Un curso intensivo. Dos días en Purmamarca me han enseñado a leer otro idioma. Leo construcciones de barro y cardón pintadas a la cal que se mantienen frescas aunque el calor apriete. El ripio desordenado de las callecitas que terminan en el cerro. Leo la inutilidad de un automóvil en una aldea de quince manzanas, y de los bares, porque no hay tiempos muertos. Leo la pureza del aire. Las marcas en los rostros de la gente, sus ojos redondos y oscuros. El espectáculo diurno de los cerros, siempre distinto, siempre inaugural. Y el nocturno del cielo, poblado de estrellas, transparente y mucho más infinito que el que conocía hasta ahora. Leo los puestos de la feria, donde elegir es un desafío sin tiempo. La sombra del algarrobo, bienvenido amparo al mediodía. Leo el silencio y la música. Sabores, olores, sensaciones.
Leo y, entonces, escribo. Una nueva historia, lejos de la ciudad, en la que puedo enamorarme de esta aldea perdida entre montañas. De su gente sufrida y esquiva. De un universo ajeno, pero no por eso menos atractivo y atrapante, donde puedo sentir que el erque y el tambor vibran dentro de mi pecho con una fuerza inusitada. Como si yo misma fuese tambor y erque, como si yo misma fuese la tierra colorida, como si yo misma tuviese la profundidad y la pureza de este cielo azul. Y el único “apuro” que tengo es por no haberme enamorado antes.

Mi trabajo me reportó la primera felicitación pública por parte del docente –un experimentado periodista–, y también la última, porque se trataba del ejercicio final. Casi como una disculpa, lo único que atiné a decir fue: "Yo nunca estuve ahí".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

increíble...aprender a leer.

leo tal imágen la aprehendo y la hago mía.

viajo con cada palabra que me pinta un paisaje.

lo único que atiné a pensar es que el NaT Geo se perdió una excelente viajera...mental, claro!

podrías hacer la remake de la vuelta al mundo en 80 días (palabras..já!)!!!

el arte de escribir noticias...ficciones?

Anónimo dijo...

Fa-bu-lo-so el relato y la historia que lo contiene, hace que una comente insegura y cohibida...;)
Pero con semejante discurso yo también te hubiera puesto un muy bien diez felicitado!!!!

SBM dijo...

Muy bueno. Si algo tan inocente como la crónica de un viaje inexistente se puede hacer con maestría, y engañar al lector, imaginate una crónica política. Acabo de bajar por el periódico y, por tu culpa, ahora lo tengo que leer desconfiado. Gracias