1.6.07

El acosador

Detrás de un acosador compensado –al principio está compensado– siempre hay un asesino serial que podría comenzar con su sofisticada tarea de selección y ejecución de víctimas si no fuese tan pero tan cobarde. Sin embargo, su equilibrio es tan precario que, pasado un tiempo de relación, las barreras caen y casi cualquier cosa es motivo para hacerlo explotar.
En la etapa de la conquista, este hombre se muestra como un cuidadoso galán. Con tono cordial, indaga acerca del pasado de la mujer que tiene en la mira. Poco a poco, los interrogatorios se van profundizando con el objeto de conocer detalladamente cantidad de novios, amantes y/o compañeros sexuales; gustos, preferencias, manías o costumbres; logros, frustraciones y asignaturas pendientes. Mientras va recibiendo la información, controla de manera admirable las reacciones que, si expresara, estarían teñidas de celos, resentimiento y envidia, destinados a cubrir una profunda inseguridad. Al mismo tiempo, construye un personaje destinado a llenar los huecos que la historia le presenta. Se aplica para ser el amante perfecto de una mujer que sólo ha tenido amantes mediocres; si ella siempre ha trabajado fuera de casa, trata de moldearla a las tareas domésticas; comprende lo incomprensible, hace las compras o cocina si esto facilita que ella caiga rendida a sus pies. Si es necesario, adopta diversas identidades para tentarla a "pisar el palito". Como es, por sobre todas las cosas, un mafioso consumado, apela a lo que sea para averiguar "verdades ocultas": mensajes de correo electrónico con direcciones falsas, llamados al celular con identidad bloqueada, sugestivos voice mails disfrazando su propia voz.
Obsesivo, sutil y discreto, una vez que la pareja se ha consolidado, este hombre vigila con inusual perseverancia cada una de las actitudes de la desdichada fémina. Horarios, salidas, gastos, llegadas, cartas. Las conversaciones telefónicas tienen que ser en su presencia o literalmente relatadas para su tranquilidad y aprobación. En situaciones extremas es capaz hasta de cuestionar la ropa interior que ella lleva por ser demasiado sugerente. Y la pregunta surge, sin importar cuán ofensiva pueda ser: "¿Para quién te estás poniendo ese corpiño de encaje?".
Bajo el inexcusable motivo de un enorme amor, él no repara en artilugios para controlar al objeto de esa pasión desmesurada. Y ella, como la presa que ha caído en una telaraña, se va enredando, pegando a la trama de manipulaciones que él pone en acción a cada paso.
Cuando encuentra resistencia, las escenas son de una intensidad brutal: discusiones, peleas y llantos que defienden o justifican su posición de investigador obsesionado con el engaño del que piensa que podría llegar a ser víctima.
En el mejor de los casos, para ella la relación termina siendo un mal recuerdo. En el peor, es posible verla haciendo una denuncia por malos tratos y exponiéndose a la mirada socarrona del policía que, invariablemente, piensa que él tiene razón.

1 comentario:

Osselin dijo...

Exactísimo retrato-robot.