Me despierto. A veces al amanecer, a veces mucho después de que la luz comenzó a entrar por mi ventana. No me hablen. Piloto automático. Televisión: noticiero, pronóstico meteorológico –la temperatura es un ítem importante en mi vida-, novedades –las malas noticias, igual que el helado de limón, primero y las buenas, como el de dulce de leche, al final (me puedo poner moderna con los gustos del helado pero esos son los tradicionales de mi infancia y mi adolescencia). Higiene matinal exahustiva. Como puede, mi cuerpo baja mientras mi alma queda, la muy perra, calentita entre las sábanas. No me hablen. Miro a la perra (a la de verdad: brittany spaniel tricolor). La perra (la de verdad) me mira. Las dos tenemos la misma intención de no ser molestadas. Ella sabe que yo no soportaría su habitual efusividad y se queda echada. Desayuno: bandeja, dosis masiva de cafeína para recuperar los niveles correctos en sangre –negro, sin azúcar–, tostada, mermelada, manteca o queso blanco, yogurt –el desayuno es tan importante como la temperatura. Un diario que rescato del frío de la puerta mientras algún vecino o vecina que pasa se ríe de mi pijama y mis zoquetes –palabra graciosa si las hay: zoquete. No me hablen. Vuelvo a la cocina para salvar a la tostada de la cremación y al café del desborde. Hasta el momento, todo lo que he podido tolerar es mecánico: apretar botones –control remoto, inodoro, cafetera–, girar perillas –canillas, gas, pomo puerta de entrada–, y manipular con cierta dificultad objetos sencillos –diario, cepillo de dientes. Vuelvo a subir, provisiones sobre la bandeja. Vuelvo a la cama. Leo, escucho, me conecto. No me hablen. Ducha nada rápida y para pelar pollos. Mucho vapor –el vapor facilita la recuperación de la sinapsis, la reunión de mi alma y mi cuerpo y, a esta altura del campeonato, creo que es lo que permite que otros humanos me vuelvan a hablar. Me visto. Vuelvo a bajar, más parecida a una persona. Digo un buen día seco que inaugura la jornada.
21.6.07
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2 comentarios:
¡Qué suerte! Todos esos rituales, y otros más prosaicos, cada mañana me los ventilo en menos de media hora con apenas un café negro en el cuerpo. Y eso los días de suerte. Las más de las veces lo primero es el llanto de dos boquitas, la limpieza de dos culitos, cambio de pañales y dos biberones.
Saluditos mañaneros con los ojitos como rayas.
:) creí que no escribirías más...
Según parece, habemos cantidad de gentes sufriendo el día con la suficiente intensidad como para detenernos en su mal nacimiento. Me sonrío, porque es lo opuesto de lo que vengo prometiéndome, y en tu texto me evalúo confabulado contra mí mismo.
Gracias por tu 'espejo'. Deberíamos tener el derecho (creo que lo tenemos), y el deber de mejorar las mañanas :)
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