Hay frases quejosas que requerirían una prolija cuenta mental hasta que obtengamos la serenidad y la sabiduría necesarias como para que el deseo de articularla cese por completo. "¡A mí nadie me entiende!" es una de ellas. Y, por si la cuenta mental no funciona, aquí va una lista de posibles respuestas y sus efectos que deberían desanimar hasta a la más incontinente:
La introyectiva: ¿Vos de verdad querés que te entiendan?
Es un efectivo tapón que devuelve la recién asomada queja al ámbito de la repregunta interior desencadenando una chorrera de interrogantes y sus correspondientes razonamientos justificatorios que transforman la cabeza en un espacio para la discusión irresoluta.
La ningunera: ¡Pa'lo que hay que entender!
Clara, llana y brutal, esta respuesta remite a cierta persistente vacuidad de la quejosa y, a la vez, desnuda una actitud tramposa de quien la escucha que, es evidente, ha comprendido que lo que hay que entender no vale la pena.
La consolatoria: Pobrecita, a ver, explicame nena...
Trampa mortal que suele desembocar en un plañidero listado de infelices varones que no han entendido, una devolución de la nómina de quienes entenderían, la confirmación de que los que pueden entender no importan un soberano bledo, y la revelación de que "nadie" tiene nombre.
La existencialista remanida: El infierno son los otros.
Típica réplica de aquel que, con o sin bigote, se cree discípulo de Jorge Dorio. Creo que no hace falta más explicación.
La machista: Vos no necesitás que te entiendan, ¿sabés lo que necesitás, vos?
A los bifes. Pasá p'al fondo. ¿Te dije que yerba no hay? Simplista, apela a los supuestos poderes de ciertas varitas mágicas que ni has hadas tienen. ¡Como si fuesen el remedio universal!
La psicológica: Vos debés estar fijada en la etapa edípica no elaborada.
Wikipedia freudiana de esas que nunca faltan y que le echa la culpa a tu papá.
La lacaniana: Allí donde aparece la hiancia, el fantasma hace marca en lo no dicho.
Hermética e inquietante, esta respuesta proviene de un devoto de la secta que no puede privarse de compartir la traducción de las verdades reveladas que el gran maestre transmitió de espaldas al auditorio.
La filosófica de oferta: Es un problema de mímesis relacionado con las interrogantes cartesianas y el nihilismo.
Este oyente, más que un estudioso de la filosofía, es reciente poseedor de un libro de citas o visitante asiduo de una página de frases célebres. En el mejor de los casos, ha leído un libro más que Dorio.
La superada: A mí tampoco, y así como me ves, cada día me siento mejor.
Nunca falta una amiga o conocida que ha hecho culto de su retorcimiento. Y, sí, se siente cada día mejor porque el pobre gato con el que convive no le hace reproches.
La sufrida en espejo: ¡Nadie nos entiende!
Siempre está la que se hermana con una transformándose automáticamente en peligrosa competencia. Si la frase viene acompañada por un "tu padre", la que te está hablando es tu mamá que no lee Wikipedia pero que también le echa la culpa de todo a tu progenitor.
La feminista: Y... mientras sigas fregando platos... ¿Qué esperás para liberarte?
Variante de la superada pero sin corpiño y sin depilar.
La sexópata: Vení, vení que te explico.
Con más tacto que la machista pero con el mismo objetivo. ¡Marche otra varita mágica!
La de autoayuda: Ommmm... Ommmmm... Pensá en una luz violeta que te envuelve y te llena de comprensión.
¿Quién no tiene una amiga new age que vive rodeada de piedras, tomando globulitos, visitando consultorios de "sanadores" de diversa calaña y escapándose cada vez que puede al Uritorco?
Antes de quejarte, pensá.
13.6.07
Antes de quejarte
Publicado por Laura Cambra en 21:50
Etiquetas: el reino de la irrelevancia
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1 comentario:
Me gustó. Y mucho. Y más aún porque ni te molestaste en discutir si son o no fundadas.
El problema está adentro ? Evitá enchastrar con él!
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