El melancólico es un tipo especial. Anda por los cincuenta, es sensiblero, lacrimoso y mira el futuro por el espejo retrovisor. Se siente el abanderado de "los ravioles de la vieja"; el adalid de los recuerdos y el mártir de las nuevas tecnologías.
De andar cansino y mirada perdida, el melancólico suspira de la mañana a la noche, cada vez que una imagen del pasado lo asalta y trae a su memoria "aquellos buenos viejos tiempos".
Guarda casi con devoción sacos de lino "Miami Vice" y línea trapecio; corbatas anchas y camisas floreadas porque cada vez que los mira es presa de un flashback de los momentos en que, vestido como un mamarracho, era "tan feliz". Atesora viejos magazines con música de Django y Demis Roussos que, por supuesto, no tiene donde escuchar, entonces mira la cajita negra y la etiqueta desteñida con arrobamiento. No puede olvidar la sublime belleza de la confitería de la Ciudad Deportiva de Boca. Ni aquel hotelito barato donde paró en su primer viaje a Europa del que conserva la tarjeta porque no pierde las esperanzas de volver y alojarse en el mismo cuarto, si es que todavía existe, entre cucarachas y chinches, sobre un colchón de lana con elástico de metal y con vista a un callejón oscuro y maloliente.
Cualquier reunión de amigos donde haya música lo transforma en un insoportable desenterrador de éxitos que intenta formar un coro para cantar "Aprendizaje" o "La balsa" y alcanza el paroxismo cuando logra que los asistentes comiencen con el fogonero "todo concluye al fin, nada puede escapar...". En ese momento es cuando empieza a balancearse con los brazos en alto y los dedos en "v" y siente que ha vuelto a los campamentos estudiantiles en los cuales no se apretaba a ninguna chica porque, como ya era un melancólico, añoraba la almohada de plumas y la bolsa de agua caliente.
En el fondo, este modelo de hombre es un solitario que, con el correr de los años y el anquilosamiento de su precaria capacidad de adaptación al cambio, execrará la innovación, renegará de la tecnología e iniciará cruzadas contra cualquier atisbo de modernidad bajo los lemas "eso no es música, es ruido", "la juventud está perdida, hombres/mujeres eran los/las de antes", "¡quién entiende estos aparatos nuevos" o "ma qué sushi ni sushi, no hay nada como el tuco de mamá, ¡eso es comida!".
19.9.07
El melancólico
Publicado por Laura Cambra en 16:25
Etiquetas: hombres modelo
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