25.4.07

Vello encarnado

No, no hay ningún error de ortografía. No estoy hablando de un bello encarnado: un hermoso especimen de hombre mil veces imaginado y hecho realidad un día como por arte de magia.
Estoy hablando del incómodo y antiestético vello encarnado que nos harta hasta la náusea.
No importa la estrategia que implementemos, el maldito persiste en su costumbre de crecer para adentro y serpentear por debajo de nuestra epidermis alejándonos de la tersura y de la suavidad que cualquier mujer en su sano juicio y con la intención de ser mínimamente seductora quiere para sus piernas.
Esponjas duras, cremas suavizantes y/o exfoliantes, y hasta la esponja verde, la misma que saca la suciedad pegada en la vajilla. Cualquier cosa es válida en las sucesivas batallas contra el vello encarnado. Y cualquier cosa parece ser, también, de una supina inutilidad. Para peor, los diálogos con la depiladora habitual terminan siendo una especie de canción de Pimpinela en la cual la clienta le echa la culpa a la especialista y viceversa. Entonces aparecen los afilados cruces: que usás demasiado pantalón y medias de nylon y eso no deja crecer libremente el vello; que la última vez me pusiste la cera demasiado caliente y eso hace que la piel se me engrose; que si te pasaras la esponjita cuadriculada y después bastante crema esto se te iría solucionando; que ya probé pero la esponja me deja rayones por dos días, la crema me mancha toda la ropa y, encima, no me hizo ningún efecto; que seguro que te afeitaste, mirá, si todos los pelitos están del mismo largo, ¡afeitarse es lo peor!...
Todo esto, dicho con mayor o menor cortesía, según el cansancio, la gravedad del síndrome premenstrual o la capacidad punzante de la lengua de cada una.
NI hablar cuando te compraste la depiladora eléctrica, esa que creíste que te iba a hacer sentir como Araceli González, y te agarrró la obsesión de encenderla cada vez que veías un nuevo canuto en el horizonte desierto de tu pantorrilla.
O cuando descargás alguna terrible decepción o bronca o tristeza, pincita de las cejas en mano –que como bien dice el nombre es para las cejas y no para las piernas–, hurgando para que el muy desgraciado vea la luz y después te queda una marca peor todavía que el pequeño e insolente bulto que acabás de eliminar.
Mientras tanto, el vello encarnado, muy marrano él, consciente de todos nuestros esfuerzos infructuosos, se retuerce de risa. Y así sigue creciendo para adentro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vale aclarar que me siento totalmente identificada con lo que acabaste de escribir???yo ytampoco tengo ya metodo, la maquina de Araceli Gonzalez me las dejó peor q antes!!!!!!!!jajaja y ni siquiera hay exfoliacion ni esponja q me sirva.........si se te ocurrio algun metodo por favor ya sabes, hacemelo saber!!porq ya viene el maldito verano!!!!jajaja

mariana_mast@hotmail.com

LoO* dijo...

Yo tmb tengo la máquina de araceli gonzalez! Y tmb me dejó las piernas a la miseria..

muerte a los pelos encarnados.
muerte a araceli gonzalez! :P